sábado, 18 de diciembre de 2010

If I fell...

Me obsequiaron una experiencia sensorial. Una película cuyo único parangón sería Hair, aquella que en los años setenta, adolescente yo, reconfortó mis ideales por ser un pácifico grito de resistencia.  La cinta se llama Across the Universe,  y para quienes disfrutamos los resabios de la música de los Beatles, esta obra es realmente fuera de serie en todos sus aspectos. De ella, este cachito:

If I fell in love with you
Would you promise to be true
And help me understand
'cause I've been in love before
And I found that love was more
Than just holding hands
If I give my heart to you
I must be sure
From the very start
That you would love me more than her
If I trust in you, oh please
Don't run and hide
If I love you too, oh please
Don't hurt my pride like her
'cause I couldn't stand the pain
And I would be sad if our new love was in vain
So I hope you see that I
Would love to love you
And that she will cry
When she learns we are two
cause I couldn't stand the pain
and I would be sad if our new love was in vain
so I hope you see that I
would love to love you
and that she will cry when she learns we are two.
If I fell in love with you

viernes, 3 de diciembre de 2010

Extraño a Deep Throat.

No siento asombro por toda esa información que se riega sobre los asuntos diplomáticos de los Estados Unidos y otros países. Es que no es difícil imaginárnoslo. Sí me sorprende, sin embargo, el tono en la reacción de alguna gente.
Políticos, diplomáticos y espías son parte de una zoología omnipresente, pero de distinta especie. Y Wikileaks, o mejor dicho, las reacciones a lo que divulga Wikileaks, así lo patentizan. De momento la libertad de expresión y de prensa se tambalean. La condena y persecución a Wikileaks es un preámbulo muy sospechoso, que de tener éxito, pronto regresará para mordernos.


Y digo esto porque existe una obstinación con eliminar el foro creado por Julián Assange. Wikileaks puede significar una verdadera puerta a la transparencia y un disuasivo al juego sucio. Empero, la reacción represiva es contundente. Ya hay quien ha dicho que “Wikileaks no es una fuente, ni Assange un periodista.” Esto es el primer paso para debilitar la libertad de expresión y el derecho a la información. El dilema del árbol prohibido esta devuelta. Si leemos Wikileaks perderemos el paraíso.

Hay demasiada soberbia e injusticia en el ejercicio del poder. Hay intereses infinitos que proteger. Hay que mantener cipayos a toda costa. Y a la evolución… hay que ponerle bridas de censura.

Sí, evolución. Ya el mensaje de “por la libertad y la democracia” ha rebasado el umbral máximo. Antes sirvió para conflictos que alguna moralidad tenían, dentro de toda su espantosa consecuencia. Ya no. Hemos evolucionado. Ya se intuye por donde y hacia qué se encaminan las guerras, las leyes y la diplomacia. El problema es que rara vez nos lo corroboraban.


Mark Felt - Deep Throat
Mark Felt alias Deep Throat

Excepto ahora, con Wikileaks.

Los gobernantes están dolidos. Ya no tienen cuerpos inmaculados. Ahora sus pústulas están visibles a todos. Y son bastante desagradables. 

A pesar de ello, los políticos quieren  -por todos los medios-  decidir lo que es bueno para nosotros.  Si no nos avispamos, el mensaje será otro, y andaremos más o menos otro siglo de espaldas a la realidad. Nos dirán, como ya han empezado a hacerlo, que todo lo que hace un gobierno es “por la seguridad y en contra del terrorismo”. Y nos mantendrán entre cuatro paredes bombardeados de información tenebrosa que nos desaconseje viajar, preguntar, cuestionar, protestar, diferir y propiciar cambios, no necesariamente en ese orden.

Wikileaks es una simiente muy poderosa, cuyo compromiso es, aparentemente, divulgar información que propiciará debates. Y el debate se centrará en si las instituciones que basan su existencia -y se sostienen- diciéndonos cómo conducirnos en nuestras respectivas vidas, y qué es bueno para nosotros, hacen lo contrario, con el dinero de los contribuyentes y la riqueza de cada país. Es lo que la prensa más seria hizo por años. Watergate, por citar solo un ejemplo. De momento nadie se acuerda de Bob Woodward y Carl Bernstein. Y cuando se habla de Deep Throat, la gran mayoría se sonroja, pero por la razón incorrecta.

Woodward and Bernstein
Bob Woodward, izquierda, y Carl Bernstein tenían
veinte años cuando comenzaron a investigar
el encubrimiento de Watergate (foto po Michael
Williamson The Washington Post)

Con Wikileaks, no se ponen en riesgo los buenos ejemplos, sino que se desenmascara a los impostores. Pero hay impostores muy poderosos a quienes conviene vivir de y desde su impostura. Por eso claman por la más vehemente de las censuras.

Una censura a raja tabla. Hay políticos que piden pena de muerte por alta traición -y larga vida a la ignorancia- a raíz de la divulgación propiciada por Wikileaks. Y ¿desde cuándo es alta traición divulgar a un pueblo que el gobierno y sus aliados juegan sucio? ¿Desde cuándo es traición abrirle los ojos a quienes ignoramos tantos asuntos?

Los diplomáticos han sido algo más moderados en sus expresiones que los políticos. De hecho, han comenzado a contactarse para decirse entre ellos “donde dije digo dije diego”. Y los espías, por razones obvias, prefieren mantenerse en su mundillo de telarañas e intrigas.

Con estos tambores de guerra, dudo mucho que Julián Assange, pueda sentarse en el balcón de su hogar –o su refugio- a ver pasar el cadáver de su enemigo… Es ingente su antagonista. Y este enemigo nace y crece todos los días... por falta de información.




viernes, 26 de noviembre de 2010

Viernes Negro

Este tipo de viernes nunca tuvo mejor nombre. Viernes Negro. Así con nombre y apellido. Veo fotos de hordas de gente a galope como si huyeran de un desastre natural o como si fueran perseguidos por un poder superior. De repente me doy cuenta que por ambas razones, precisamente, es que corren llenos de emoción hacia el interior de una mega tienda, cualquiera que esta sea. Y es un desastre ya natural el que la gente salga de compras como si el mundo fuera a terminar. Y ciertamente es un poder superior aquel que los conduce hasta cualquier comercio y en un insomnio irracional, aguardar por elevar a elixir el acto de comprar.  Frenética es la lucha para adquirir un instante de alegría, y muy dudosa la transparencia de buena parte del comercio. Lo que me recuerda que mucho, o poco, pueden costar las cosas, pero de algo estoy seguro: la felicidad es gratis.

martes, 23 de noviembre de 2010

¿Cuál es tu pasión?

Entro a uno de esos bancos que como Cristóbal Colón llegaron colonizándolo todo. Una vez en el vestíbulo de la institución, acceso una fila con alrededor de doce personas, en una parsimoniosa caminata que de vez en cuando y uno a uno se aproxima a la dependiente en caja. Eso de contar dinero ajeno debe ser un oficio que pone la carne de gallina. Aguardo y bajo la congénita condición que me impide estar quieto, miro al techo, miro a la gente, leo sus rostros, veos sus manos, observo sus zapatos, atisbo a los oficiales del banco hasta que encuentro un letrero ramplón, con aires publicitarios de bajo presupuesto, y al por mayor -en consideración a las muchas sucursales donde deberá estar expuesto, supongo- que dice, o mejor dicho nos pregunta ¿Cuál es tu pasión?


Una pregunta así de simple requiere una respuesta escueta. No es la escueta respuesta, sin embargo, una determinación o conclusión sencilla. ¿Cuál es tu pasión?
Y ya que la fila no daba señales de moverse a un ritmo que podamos describir como “apasionado”, le di pensamiento a la pregunta y terminé donde siempre termino desde hace unos cuantos años a esta fecha. Llegar allí, a esa respuesta que me amarra el pecho desde hace un tiempo, volvió a contrariar mi momento. En mi imaginación prometí escribir algo al respecto.


Me figuré el momento de batirme con las letras y el papel; busqué la definición de la palabra pasión. Aprendí que su origen es griego, como las tragedias, (πáάθος) y que luego algún pasional romano - no sé si por estar en alguna fila- la incorporó al latín (passĭo, -ōnis). Y entonces procedí a leer cada una de las definiciones:


1. f. Acción de padecer.
2. f. por antonom. pasión de Jesucristo.

ORTOGR. Escr. con may. inicial.
3. f. Lo contrario a la acción.
4. f. Estado pasivo en el sujeto.
5. f. Perturbación o afecto desordenado del ánimo.
6. f. Inclinación o preferencia muy vivas de alguien a otra persona.
7. f. Apetito o afición vehemente a algo.
8. f. Sermón sobre los tormentos y muerte de Jesucristo, que se predica el Jueves y Viernes Santo.
9. f. Parte de cada uno de los cuatro Evangelios, que describe la Pasión de Cristo.
~ de ánimo.
1. f. Tristeza, depresión, abatimiento, desconsuelo.


Con definición en mano me di cuenta que no me equivoqué cuando, ante la pregunta sucinta y directa ¿Cuál es tu pasión?, supe mi escueta respuesta. Una respuesta a la que se llega no sin antes vivir sus complicaciones. La respuesta que tiene nombre y que pronuncio todos los días de mi vida de un tiempo a esta parte y con quien entablo conversaciones sin siquiera estar presente; en las malditas mañanas; en las noches oscuras; en el almuerzo; en las comparsas donde la soledad se hace más cruel, porque hay tanta gente menos una. Y entendí que no puede haber otra pasión en mi vida que se haga de las definiciones tan a la medida. Por algo es mi Pasión.


“Señor, que cómo puedo ayudarlo” Sin darme cuenta estaba detenido en la ventanilla de servicio. Una joven de talante delicado se debatía entre gritarme y tratarme con cortesía ante mi embelesamiento que, de paso, retrasaba toda la fila. Realicé mi trámite aturdido. Como quien recién levantado y sin tomar una taza de café, pretende resolver la sucesión de Fibonacci. Y antes de salir del banco pude darme cuenta de que, así como una fila parecería inexistente al abstraernos en nuestros pensamientos, una pasión puede robarnos mucho de nuestras vidas.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Entre violadores...

No es que no lo crea incapaz de hacerlo, pero sería una estupidez que lo hubiera hecho. Julian Assage lleva auto de detención en su testa, por presunta violación y agresión sexual. Es hasta poética la imputación, si se considera que Assage debería saber cómo se cobra en el oficio de divulgar la verdad y violar secretos. La vida es el rubro, y la cuenta corriente de Assage es muy fina.

Luego de revelar miles de documentos del Pentágono antes de que siquiera alguien estimase propios para desclasificarlos, Julián se ha convertido en un tipo de Enemigo Público Número Uno de los Estados Unidos y sus circuitos de inteligencia, que son muchos y poderosos. Se dice que en el Pentágono un grupo de más de cien personas trabajan día y noche para “reparar” lo que las acciones de Assage impacten. Una división de inteligencia que se encarga de desacreditar verdades.

El fundador de Wikileaks, portal del internet que delata y publica los desmanes de los gobiernos, es un animal al que de momento se le ha declarado en temporada. No dudo que cazadores de lenguas sofistiquen mil modos de hacerse de este hombre que, de algún modo, acertó un golpe a las mentiras y la propaganda. Cuando te metes con ellos, te metes con toda la manada. Y son varios los países que tienen las yemas de sus dedos ensangrentadas.

Ahora resulta que a Julián se le acusa de violador. En Suecia. Claro, además de haber violado el velo bajo el que se esconden las mentiras sobre las que cimientan guerras. Haber violado el malévolo código de la discreción sobre el abuso institucionalizado y rapaz. Haber violado la pírrica paz del mundo, que excluye a los demás. Y no es que dude, como dije antes, que Julián Assage haya podido violar a alguien. Tampoco dudo que quienes conocen tan bien el oficio de violar vidas y pueblos tengan la medida exacta para ajusticiar a este rebelde con causa. Después de todo, como dicen quienes se han dado a la tarea de cazarlo: It takes one to know one. O como lo decimos en castellano: el ladrón juzga por su condición.

domingo, 26 de septiembre de 2010

A veces...



Maria Julia Landa Primera Bailarina de
Ballet Concierto de Puerto Rico
 
La nota comienza “A veces…”, y es una semblanza impresa sobre una conocida bailarina con la que tuve el privilegio de trabajar alguna vez. Se narra su trayectoria artística y familiar, pero es su salud -y lo que su particular situación representa– lo que constituye una invitación a mirarnos en ese espejo. María Julia Landa sabe bien cómo se trabajan los milagros. Antes ya lo había hecho en su carrera como bailarina y ahora lo hace en su lucha contra el cáncer. Y es en las luchas donde aprendemos lo que realmente es importante. Como bien dice ella:





“Mira, lo mejor es vivir un día a la vez, pero siempre como si fuera el último porque en realidad nunca sabemos si en realidad es así. Se trata del hoy, que es lo único que tenemos. Y como es así, hoy es el día de abrazar, de amar, de demostrarlo, de decirlo, porque tal vez no haya un mañana para hacerlo”.



    “A veces…” se nos olvida. Y con el olvido, se va todo lo demás.



domingo, 19 de septiembre de 2010

Otro Punto de Vista

Hay otro punto de vista en el tráfico cotidiano. Desde la bicicleta. En estos días de verano, a pesar del calor montaraz, hay días que parecen un obsequio. El cielo se despeja como un rostro al desfruncir el ceño. Montarse en la bici y pedalear con un destino particular, pero sin rumbo, da el chance de observar lo mejor de nuestro entorno urbano con una refrescante briza en la faz. Se pedalea por ratos, y por otros, la bicicleta toma viaje con suficiente impulso. Si hay cuestas en el camino, la mecánica de la bici las hace mucho más llevaderas. Y luego el descenso es mejor que cosechar un fruto.

Rio Piedras, Santurce y el Condado. Luego la Isleta de San Juan. Sus parques; la orilla del mar y el azote adobado del salitre nos dan a probar el viento. Esguince a los coches por la avenida. Y un plano cinematográfico de gran objetivo nos muestra las murallas de San Cristóbal en un ardid histórico. Se sube uno a la Norzagaray, la calle que mejor mira al Norte, y que, como un cinturón, se convierte en frontera con La Perla. Así se anda de muralla en muralla. Como un picaflor. Entra uno al otro mundo, a otra época y te das cuenta que te alistas en el desbocado patio de El Morro. Das la vuelta y sin querer desciendes a La Rogativa. Y, allí, te detienes. Y ves porqué alguna vez la Isla fue San Juan, y San Juan fue Puerto Rico.

viernes, 17 de septiembre de 2010

En momentos de inventario




Do you know where you're going to?
Do you like the things that life is showing you
\Where are you going to?
Do you know...?

Do you get
What you're hoping for
When you look behind you
There's no open doors

What are you hoping for?
Do you know...?

Once we were standing still in time
Chasing the fantasies

That filled our minds
You knew how I loved you
But my spirit was free
Laughin' at the questions
That you once asked of me

Do you know where you're going to?
Do you like the things that life is showing you
Where are you going to?
Do you know...?

Now looking back at all we've planned
We let so many dreams
Just slip through our hands
Why must we wait so long

Before we'll see
How sad the answers
To those questions can be

Do you know where you're going to?
Do you like the things that life is showing you
Where are you going to?
Do you know...?

Do you get
What you're hoping for
When you look behind you
There's no open doors
What are you hoping for?
Do you know...?

jueves, 12 de agosto de 2010

Microcuento... Ojos en el Espejo.

Cinco de la mañana. Suena el despertador. Apretó los puños asiéndose a la sábana en una contracción involuntaria.  Los ojos entreabiertos confirmaron la oscuridad que ya cedía su espacio a una lánguida y brumosa luminiscencia. Su primer pensamiento yace a su lado. El día se va entrometiendo con todo y alba por las ventanas. Como hábito glorioso, el recuerdo de un café le reclama. Sin embargo, ningún vecino ha madrugado tanto. Así que el aroma del café llegará más tarde. Como una visita inoportuna, la necesidad de orinar también se insinúa.

Se voltea de un zarpazo sobre la cama, e inicia la extrapolación de sus extremidades hacia el piso. Las losetas están frías y se sienten agradables en la planta de sus pies, más frías aún. Como si levitara, como si se acostumbrara nuevamente a caminar, un ligero desequilibrio le incita hacia la izquierda; al dar su segundo paso, el mismo desequilibrio le lleva a la derecha. Así sucesivamente y más o menos, como un péndulo que deambula en línea recta. Empujó la puerta del cuarto de baño, y se fue derechito a la poceta. Dio un movimiento lateral al lado opuesto de su corazón. Luego se inclinó hacia el lavamanos. Lentamente, su mirada que está fijada al desagüe del lavado, va en ascenso; sube por la porcelana blanca del aguamanil, recorre los grifos, luego las losetas de color crema adheridas a la pared, hasta encontrar el espejo. Un pánico a lo inusual lo golpea.Volteó de súbito y observó hacia la cama. Con ganas de llorar regresó la vista al espejo. Al tropezarse con aquellos ojos, se dio cuenta que ese día jamás despertaría.

domingo, 8 de agosto de 2010

Ay Dolores.

Dolores "Lolita" Lebrón
El pintalabios irradiaba desde su boca como una advertencia de tránsito. Pero ninguna advertencia suponía un obstáculo a la determinación que marcaban los tacones en su caminar resuelto. Por eso, Dolores, iba con boleto de ida y tres amuletos: una pistola de truenos para hacerse oír, la bandera de su patria que la rescataría del olvido y un escapulario para salvarse del infierno.

Abordó un tren con destino a la metrópoli. El ruido de la máquina sobre los rieles no alcanzaba silenciar el eco de un treinta de octubre. Era un primerísimo de marzo de 1954, y los árboles de cerezo en la Cuenca Tidal sospechaban una primavera distinta: La Reina de las Flores de Mayo llegaba a la capital el mismo día que, en Rogenlab*, los habitantes presenciaban dos amaneceres.
Prueba de la Bomba de Hidrógeno
Una vez frente al imponente edificio del congreso, Dolores aceleró su paso. Antes de entrar al hemiciclo, un vigilante le cruzó par de palabras en sajón, sin sospechar que hablaba con la Historia. Ya acomodada en el umbral de su Gólgota, Dolores sustrajo la bandera de la patria, hizo disparos al techo y gritó “Viva Puerto Rico libre.”

Rita Moreno
A los truenos de su pistola, le siguió una consigna que el mundo escuchó. No sé si su escapulario la rescató del infierno. Sí descubrí sin embargo, que ese mismo día, en la cubierta de la revista Life, Rita Moreno observaba coquetamente de reojo. Pero de esa mirada, muy poca gente se acuerda.


 
(*)El 1 de marzo de 1954 estará siempre en la memoria del pueblo de Rongelap como el “día del doble amanecer”, el día en que las cenizas cayeron del cielo. Está, fue la fecha en que los Estados Unidos de América hicieron explotar en Bikini una bomba de hidrógeno de quince megatones a la que bautizaron como Bravo. Desde aquel fatídico momento, la vida de los habitantes de Rongelap no volvería a ser igual.

jueves, 5 de agosto de 2010

Esperanza...

"Tenemos que hablar a la sociedad de esperanza, de algo brillante, limpio, de futuro, algo que aporte valentía y fuerza. Y eso es lo que voy a hacer. La primera palabra española que aprendí fue esperanza. Es bonita y dulce."
Kenzaburo Oé (Ose, Japón, 1935) Premio Novel 1994.

martes, 3 de agosto de 2010

A veces me olvido.

A veces olvido lo afortunao que he sido; las cosas buenas que me ha tocado vivir, y de las innombrables, que de algún modo construyeron lo bueno y lo malo de mi carácter. A veces olvido que, a pesar de que hay de todo en esta vida, la misma es tan corta que es inútil pretender tener todo lo que se anhela . Y cuando miro lo vivido no puedo más que dar gracias por haber recibido más de lo merecido. Por eso, comparto este poema de Juan Crisóstomo Ruiz, a quien seguramente no le gustaba su nombre como para verlo impreso en un papel. Quizá por eso firmó sus poemas como Amado Nervo

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

sábado, 31 de julio de 2010

Cafe II

He tomado café en momentos más felices. Lo he tomado solo y alegre. Enamorado. Solo y paranoico. Embelesado. Acompañado que, si no es absolutamente necesario, es el mejor modo de saborearlo.


Tomé café en todo lugar visitado por mis ojos. En Egipto, fue horroroso. En Rusia y los nórdicos, prácticamente un lujo. En Sur América, aromático y sabroso. En España y Francia, epicúreamente perfecto. En Estados Unidos… Ah, tomar café en Estados Unidos de América. No creo que exista mayor insulto al café, que el modo en el que lo toman los norteamericanos. Pueden intentar engañarme con los Starbucks en sus cincuenta estados. ¿Quién no ha mordido ese anzuelo? Pero luego te percatas de la gran mentira, muy comercial, que incide en los ritos y cultos que merece el dios café. Sí, rindo culto al café; me confieso pagano… y qué?

Ahora bien, hay solo un café irrepetible. El más exquisito de todos; lo extraño. El que merece un rezo. Daría cualquier cosa por beberlo de nuevo. Daría cualquier cosa por encontrarlo.

martes, 27 de julio de 2010

Si usted puede leer esto, puede que esté soñando. Si usted puede leer esto, puede que esté despierto. Si usted está soñando, puede leer esto. Si usted está despierto, puede haber soñado que leyó esto. Si usted leyó esto, puede que haya estado despierto. Despierto, en un sueño, usted pudo leer esto. Soñando, despierta, y lee esto. Lee esto en un sueño. Despierta de un sueño y lee esto. Esto lo lee mientras sueña. Despierto, sueña con leer esto…

Inception… véanla… puede que no sea un sueño

A una infancia de la amiga.


Tengo la certeza de que Mercedes Bonnie Sampayo fue una de mis primeras amigas en la escuela primaria. Agradable, con una sonrisa agraciada y unos ojos oníricos muy claros, aprehendidos a un estuche de pestañas, como piedras preciosas. Recuerdo el timbre de su voz. Era la voz de la clemencia y la tranquilidad desde la que podía escucharse –certeramente- un halago hasta una advertencia.

Mujer valiente mi amiga Bonnie. Madre de Ivonne, hermana, hija, amiga, compañera, empresaria y seguramente muchos otros roles. Típico en estos tiempos.

La última vez que le vi fue entre un montón de amigos de la infancia y la adolescencia. Hace un año y varios días. Bonnie es el tipo de amiga que recuerdas tal y como la conociste, inmarcesible. Ahora me entero que ha perdido la vida. Lejos. Bastante lejos. Y su hija, de quien me atrevo a decir es su mejor amiga, le ha tocado el dolor y la responsabilidad de traerla a casa. Esto ha sucedido hace apenas unas horas.

Un instante es todo lo que se necesita para quedar en el recuerdo. Para extinguir un futuro y comenzar una historia que se queda incompleta.

Amiga Bonnie, cuánto hubiese deseado despedirme de ti, mirándote a los ojos. Ojala a donde fueras, encuentres la paz como siempre la imaginaste.


lunes, 26 de julio de 2010

El Crononauta

"En estos tiempos que no me queda tiempo, he sacado tiempo para jugar con él. Y por ello escribo este conato de cuento breve. Si le gusta, cuéntelo. Si no le gusta, dígamelo a mí."



El Crononauta

Se despertó con el sonido de la clepsidra que llevaba en la cabeza. Empapado de lapsos y recuerdos. Las ropas anegadas de fechas. Chorros de horas descendían por sus sienes. Lo improbable había ocurrido; había viajado en el tiempo.

No tenía idea de cuánto duró el periplo. Estaba parado sobre un charco de minutos y el espacio parecía un huerto de años y meses. Entonces vio, con mirada extrañada, una pieza. “Es un levitrón inmóvil.”, se dijo. La pieza existía rectangular, de dimensión media. Similar a una tarja y contenía una inscripción. Miraba a su alrededor y todo parecía lucir igual desde todos los sitios. Como si todos los siglos, los milenios y el espacio estuvieran mezclados en un momento promiscuo. Era como flotar en un punto pero, por alguna razón, sentía que podía estar parado sobre algo, y aun caminar sobre ese suelo que, al mirarlo, parecía un techo. Pudo notar que estaba en todas partes y en ninguna a la misma vez.

Volvió a observar la tarja. Jeroglíficamente codificada. Difícil de comprender, mas no para él, a quien antes le insinuaron que esto podía suceder. La tarja enunciaba el mayor acontecimiento de todas las épocas. Ahí, en ese preciso instante, revisó la memoria y comprendió que había logrado lo imposible: sobrevivió al experimento; había rebasado los límites del tiempo. Escapó al Juicio Final.


domingo, 25 de julio de 2010

Te invito un café…

Más allá de la última muralla,

conozco un buen sitio para tomar un café.

Quiero que me acompañes.

No  tomaré tus manos…

Tomaré café.

sábado, 24 de julio de 2010

Alejandra Pizarnik

Despedida

Mata su luz un fuego abandonado.
Sube su canto un pájaro enamorado.
Tantas criaturas ávidas en mi silencio
y esta pequeña lluvia que me acompaña.


De "Los trabajos y las noches" 1965
Lo que más extraño del "voy de camino" -no me da miedo decirlo- es la impaciencia de querer llegar. La inquietud, el anhelo”
“¿Sabes lo que es un anhelo? Un anhelo es un deseo vehemente. Y la vehemencia es ese adjetivo increíble; dulce, amargo, paciente y cerrero -todo a la vez- que no te abandona ni te traiciona. Se queda contigo, mortificándote. Porque la vehemencia -según dice quien escribe diccionarios- implica que se es ardiente y lleno de pasión. Que hay fuerza impetuosa.”
“El anhelo puede explicarse de mil modos. Seguramente abundan palabras para describirle. Pero solo se siente de una manera. Acaso en otro idioma se apilen las sílabas de tal forma que permitiría, no tan solo decir que se tiene anhelo, sino que al pronunciar la palabra en esa otra lengua que desconozco, toda la piel se eriza y se sonroja la cara. A guisa de abracadabra, ese otro vocablo que, de tanto la gente pronunciarlo, se ha convertido en la palabra más mentada universalmente, sin necesidad de ser traducida”
“Y ¿a qué viene todo esto? No sé. Es difícil de explicar. Sobre todo si el destino al que se quiso llegar, cuando se iba de camino, ya no te espera.”

#$@&*%^!

No tener nada que escribir es como padecer insomnio. Los ojos bien abiertos; los ojos bien cerrados; los ojos húmedos ante tanto silencio; ante la incertidumbre del papel; ante el horizonte inasequible; ante la noche infinita. El papel como la vida. Y en la vida un vacio inconmensurable. Como el universo íntimo que solo aguarda por un invitado. Como navegante en ardiente espera del levante. Para mover la nave; para manchar el papel; para gritar ¡tierra! ¡tierra!.
Inspiración, ¿dónde estás? ¿A dónde fuiste? ¿Por qué no me llevas? ¿Por qué no me traes?

miércoles, 21 de julio de 2010

El Arbolista Mágico

"Hay como una eterna primavera en el hogar de André Sanfiorenzo y Magali Orbeta, allá en el bosque de Carite, cerca del lago, entre más arboles de los que puedo recordar.

Llegué como un intruso y cuando me marché ya de noche, sentí que Magali, André y yo éramos viejos amigos. Compartimos alimentos y vivencias. Me contaron sobre sus vidas, de sus andanzas, que son muchas, por estos mundos de Dios y de gente.

André y Magali son una fuerza de la naturaleza. Y sus hijos heredaron ese mismo vigor con enjundia. No podía ser de otro modo.

Al principio de los setenta André recién terminaba la escuela secundaria, echó mano a la mochila y se fue a viajar por Sur América. No les narro todo lo que vivió André. Les cuento sin embargo, que entre Chile y México este boricua de pura cepa, nacido en Santurce hace algo más de medio siglo, recorrió los caminos sagrados y profanos que nos enseñan que vale la pena aferrarnos a la vida con devoción milagrosa, espíritu combativo y estar dispuestos a caminar el tramo que sea necesario.

André fue arrestado y torturado en Chile, durante el golpe de estado que derrocó a Salvador Allende. Luego de dos costillas rotas a culata de fusil y un rapado de su cabellera, por suerte, lo dejaron ir y caminó por los gélidas montañas de los Andes (sobre una capa de mantecado, como lo describe él) de pueblo en pueblo, recogiéndose en las zanjas y arropado de intemperie mientras un toque de queda nacional acechaba maliciosamente. Pero André es un iniciado, y como tal supo sobrellevar esa marcha. Quizás es ese carácter suyo. Porque André, a pesar de haber conocido el lado oscuro del mundo, exuda luz desde sus ojos. Hay urbanidad y paz en su mirada. He visto en pocos hombres semejante vista.

Con esos mismos ojos André conoció rincones que no aparecen en los mapas y a seres humanos cuyas historias penden en la brisa, como una brizna o una llovizna; chamanes originales, maestros que dejan su huella en el aire que respiramos.

Si asombroso es su relato al Sur, arrobadora es la historia de cómo quedó prendado en un instante por la belleza de Magali, cuando la vio por primera vez. Pude percatarme de la honestidad de su relato, porque yo mismo he podido sentir ese relámpago alguna vez en mi vida.

Me contó, como si hubiera sido ayer, que vio a Magali por primera vez ya entrada la noche. La vio sentada. Le vio el rostro y se perdió en esos ojos color Atlántico bravo que lo llevaron a sumergirse donde pocos llegan jamás. Magali estaba sentada porque azares del destino le impiden caminar. Sin embargo, eso nunca fue una dificultad para andar el mundo, a fuerza de amor, con André.

Tampoco fue obstáculo para parir una casta espectacular. Como la hija mayor de ambos, engendrada un diciembre en unos baños termales de Chile, en desafío a las probabilidades, y a quien bautizaron con el nombre de un volcán de la Araucanía, a modo de premonición. Hoy, Llaima Sanfiorenzo Orbeta es la telúrica encarnación del amor que se profesan Magali y André. Y la fuerza de Llaima se siente aquí en Puerto Rico y otras latitudes.

Manuel, el segundo de los hijos es el maestro cervecero de Carite. Un hombre joven de carácter fantástico y una certera y eficiente determinación, comprometido con su tierra y la naturaleza. A ese lo parieron entre bejucos venenosos en el Norte. Bien al Norte. Pero Manuel no lleva veneno en sus venas. Lleva la savia de un patriota.
Y entonces está la pequeña que como su madre, posee ojos en los que es muy fácil perderse. Una joven que parece no tener miedo. Una chica que sabe del trayecto recorrido por los suyos y para nada es pusilánime en el pase de batón. El origen de su nombre es quizás su propio destino… Amanda: la que debe ser amada. Allí estaba su pareja, Diego, que ha comenzado hacer lo propio.

El espacio de los Sanfiorenzo Orbeta es boscoso. Hay plantas de todo tipo. Medicinales, silvestres, comestibles. Una quebrada atraviesa la propiedad. La humedad es imperecedera. Y hace fresco. Tienen un batey con suelo de tierra y techos de lona. Y dos filas de futones colocados cara a cara permiten la conversación de retina a retina.

Al fondo de ese batey bajo lonas, hornillas y fogones sirven para preparar lo que se antoje. Una vez se llega al espacio de Magali y André nada tiene dueño. Se pasan las horas y se escuchan historias. Narraciones de todo tipo. Sucesos inimaginables propios de nuestro realismo mágico. Presencié situaciones nuevas, al menos para mí, como cuando André recibió un masaje de Santosh, uno de los invitados, quien mediante su prodigioso tacto le restauró el fluido energético correcto a André, no sin antes éste padecer los albures del acto.

En ese espacio degusté la cerveza cacera de Manuel; probé alimentos vegetarianos y conversé con una amiga que alguna vez creí jamás volvería a ver. Mi amiga Astrid Thillet. En honor a la verdad, fue Astrid quien me condujo allí. Fue por ella que pude tener la grata experiencia de conocer a André y su familia. Fue ella quien -en un episodio de confianza inmerecida- se corrió el riesgo de invitarme. Allá fuimos con sus dos chicos. Dos graciosos torbellinos ellos mismos, que en el espacio de André y Magali se funden con un jardín infantil real: la naturaleza.

La experiencia requirió de algún modo quedar registrada. Gracias Astrid. Y de hecho, tenías razón, debí haber llevado la cámara.

viernes, 16 de julio de 2010

En rio revuelto

Recuerdo el Puerto Rico aquel de una economía más estable, sustentada en un laborioso espíritu de superación y honestidad. Recuerdo que terminaban los años sesenta. En las estaciones de gasolina siempre había empleados. Las tintorerías recogían y llevaban a domicilio la ropa. Los pañales de algodón eran recogidos y entregados del mismo modo. Un obrero llevaba el lácteo al hogar en un camión refrigerado, y se reciclaba el embase. Los colmados de la esquina llevaban en una cesta o una caja los víveres encomendados. Las panaderías, en muchos casos, estaban a la vuelta de la esquina. Había carnicerías independientes. Zapaterías, sastrerías.

Existían los consultorios médicos de prácticas muy honrosas y galenos que visitaban el hogar con el maletín clínico. Con regularidad un vehículo cargado de frutos u otros alimentos recorría las calles de los vecindarios con su oferta. Existían las talabarterías. Tienditas de “limber” y “school supplies”. Granados maestros de música dictaban sus clases a particulares. Y el afilador de cuchillos y tijeras anunciaba su presencia con la inconfundible sonoridad de una flauta de pan.

Afilador de Parque Chacabuco by latitud34sur

En fin, existía una sinergía variada, interdependiente y muy social de índole laboral y económica. Había mucamas y nanas. Y tantos oficios como productos y servicios pudieran necesitarse.De momento no recuerdo cuándo dejaron de existir los empleados que verificaban que el motor del coche tuviera sus fluidos al nivel correcto mientras servían la gasolina. ¿Cuándo dejaron de limpiar el parabrisas? A veces me pregunto cuándo dejaron de existir el portero, el ascensorista y los puestos de periódicos y revistas. ¿Por qué ya el heladero no recorre nuestras áreas más urbanas?. ¿Dónde están los peleteros y los relojeros?

Todos estos oficios daban un balance a la comunidad. Eran la verdadera simiente de la libre empresa. Y quizás el disuasivo perfecto a la criminalidad y los vicios. Sin embargo, menguaron o desaparecieron. Y todavía nos preguntamos por qué existe el desempleo. Sencillo. Nos hemos tragado un anzuelo y nos han enredado en la tarraya del oportunismo.

domingo, 4 de julio de 2010

Sencillamente gratificante en todo su talante y su talento

Comunicaciones

Una propuesta de un pintor amigo mío consistía en un mural destinado a un espacio público en un lugar que ahora no recuerdo. Sí recuerdo el contenido de la obra. En un fondo color cielo se cruzaban convergían, entrelazaban, entremetían, confluían cientos de líneas que entretejían un laberinto de mensajes. Proponía el pintor que nuestro espacio, esa bóveda celeste, va cargada de recados, correos y envíos desde y hasta distintos destinatarios. Miles de expresiones, claras y confusas. Como un cielo estrellado a plena luz del día, como una precipitación diurna de perseidas. Así es el cielo de Carmelo.

La genialidad de su visión me arrobó en un instante. Y me percaté que ese cielo nuestro y de Carmelo es un vehículo y una red al mismo tiempo. Que por ese cielo se suceden millones de mensajes. Radio, sonido, luz, microondas, que van a parar a nuestros receptores biológicos o tecnológicos. Transmisión a través del cielo de códigos convencionales repletos de arquetipos. Y en la barahúnda celestial, indiscriminada, se cuelan los malos mensajes, los malos principios y los peores finales. Visto a través de las letras, puedo describir ese cielo: un crucigrama de ideas, todas las ideas, sintetizadas en líneas de distintas formas y extensiones, en una geometría espacial infinita que forma una malla impenetrable. Un cielo rayado. Arañazos y trazos. Enigmas para cada quien y cada cual. Una red que requiere de una contraseña individual para poder decodificar, comprender, separar el grano de la paja, y poder encontrar la verdad.

viernes, 2 de julio de 2010

Y hasta cuando cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo?-le preguntó.
Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches.

-Toda la vida -dijo.

El amor en los tiempos del cólera. Gabriel García Márquez.

miércoles, 30 de junio de 2010

sábado, 12 de junio de 2010

A Tomas Ortiz


No recuerdo exactamente cuándo lo conocí. Quizás era yo muy joven como para llevar fechas más allá que la del cinco de enero, víspera de la Fiesta de Reyes, cuando siempre veía a ese señor que aprendí a querer y respetar por sus posturas y gestos. Sí recuerdo, sin embargo, el momento en que por primera vez supe que le tenía un entrañable cariño.

Tomás Ortiz era un hombre bueno. Era uno de esos seres con una fuerza interior que no se refleja en musculatura ni en la altanería. Su fuerza estribaba en su humildad, en sus convicciones y su oficiosa presencia.

No sé si Tomás Ortiz escribió un libro. Pero sé que sobre Tomás Ortiz puede escribirse uno.

Lo recuerdo con su atuendo de trabajo: un pantalón vaquero tan veterano como él; camisa de uniforme militar verde y botas. Perfeccionaba su estilo con un capacete legendario y un machete bajo el brazo. El cinturón en sus pantalones era negro y ancho, con hebilla de acero, y le recorría su magra cintura sin esfuerzo, más bien con precisión. Cuando caminaba hacia alguien, su cabeza se inclinaba ligeramente hacia un lado y la mecía con un tenue movimiento, como una campanita. Se acercaba con una media sonrisa amistosa, y con el brillo de unos ojos oscurísimos, delineados entre los surcos que la vida obsequia en reconocimiento a la experiencia. Su voz, que parecía salir de la base del cuello, allí donde converge con las clavículas, denotaba una honestidad que solo podía ser bien recibida. Era un hombre fuera de serie.

Tomás Ortiz caminaba mucho. Como quien tiene confianza y no le teme a nada, sin tener que convencer a nadie. Era emblemático verle en su jeep color rojo por las veredas sinuosas de Barranquitas. Se le veía arriar vacas entre cerros, en las heredades sembradas de plátano, yuca y habichuelas. Sembraba el arroz que luego de cosechado su esposa convertiría en el suculento arroz con dulce más solicitado de toda la navidad. Trabajaba la tierra. Alimentaba sus animales. Domaba caballos. Sabia de ganadería. Conocía árboles y frutos por nombres y apellidos. Además, entendía el secreto de confeccionar aguardiente que añejaba en cocos secos sellados con un tapón de tachuelo y cera.

Supo servirse de sus animales con un respeto inmenso. Como el aborigen que rinde culto a la Madre Tierra. Inmolaba un cerdo para agasajar familiares y amigos en Fiesta de Reyes. No lo asaba. Lo trozaba para que se degustara como carne frita, cocinada en un fogón localizado al dorso de su hogar. Gente de todas partes llegaba a la casita blanca de Tomás y Rosa desde muy temprano con la esperanza de pellizcar un trocito.

Hospitalario por naturaleza, llegar al hogar de Tomas y su esposa Rosa, era detenerse en un manantial de agasajos. Frutas frescas, dulce de lechosa, toronja en conserva, dulce de naranja. Y por supuesto, café.

Agricultor, agrónomo y veterano. Era un hombre de antes, de esos a los que la vida forjaba de un modo distinto: con un cincel de obligaciones y responsabilidades desde temprana edad; con avatares extremos en circunstancias que requerían valor e imaginación. Como aquella ocasión, durante la Guerra de Korea en el frente de batalla, que la ametralladora de la que dependía el pelotón se estropeó por el uso continuo. Una pieza que encarrilaba la munición en la recámara, de tanto calor, se fatigó y la boca infernal de la ametralladora quedó muda en un instante en el que les iba la vida. Tomás Ortiz, hombre de campo con un ingenio de metrópolis, alcanzó un árbol de guayabo y con una navaja -nunca renunció a llevar una consigo- cortó un trozo de madera cilíndrica y densa, la colocó en el lugar de la pieza con la precisión de un ingeniero metalúrgico y la metralleta volvió a despedir plomo. Un pelotón se salvó gracias a una navaja y a un trozo de árbol de guayaba. Eso diría Tomás Ortiz. Los sobrevivientes dirían que fue gracias a él, y le valió el reconocimiento de sus superiores. El solo calló la hazaña. Conociéndole, supongo que su entendimiento de hombre íntegro le sugería que aquel gesto, que le permitió salvar vidas, no era más que su deber.

Al regreso de los campos de batalla, donde conoció de primera mano el verdadero significado de la palabra sobrevivir, estudió agronomía en el Colegio de Artes y Ciencias Mecánicas de Mayagüez. Una institución universitaria famosa por acoger a los mejores estudiantes de ciencias e ingeniería. Allí aprendió el nombre científico y la técnica de todo aquello que parecía llevar en sus genes. Sabia de ganado, de siembras, de horticultura. Sabia de gente y sobre muchas otras cosas. Además, tocaba el acordeón.

Como dije al principio recuerdo el día preciso en que supe cuánto afecto le tenía. Fue luego de una prolongada ausencia por esos lares; llegué de visita inesperada y me lo encontré no como el hombre que había conocido de niño, sino como sobreviviente de un cáncer que le llevo parte de la lengua. Su cuello manifestaba la huella entre la mandíbula y la oreja; sostenía entre sus labios un pedacito de servilleta para evitar que la saliva se desbordara por una de sus comisuras. Cuando le vi sentí la gran amargura de la aflicción. Y le murmuré muy cerquita que me perdonara por no haberme imaginado lo que le había tocado vivir y mi ausencia. Pude ver como se le aguaron los ojos, y como bajó su mirada. Tenía yo cuarenta años y el aproximadamente setenta y dos. Aquella mirada era una de vergüenza. No era de recriminación ni de queja. Era la vergüenza que aquel jibaro sentía al verme compungido. Hasta en eso era grande ese hombre. Tan grande que supo soportar la muerte trágica de dos de sus cuatro hijos, en épocas distintas.

Disfruté muchas de sus conversaciones,relatos e historias. De sus explicaciones y descripciones sobre plantas y cultivos. Disfruté verle ser abuelo porque realmente se adentró en esa fase de su existencia con la misma responsabilidad y vigor que ameritan todas las cosas importantes de la vida. Particularmente, con aquel nieto de nombre Alberto, que parecía un Tomás Ortiz en miniatura.

Se ha ido Tomas Ortiz. No me imagino los campos sin sus pasos. No me imagino la Fiesta de Reyes sin su acordeón. No imagino al nieto Alberto sin su abuelo. No me imagino a Sonia y a Maribel sin su padre en un día como hoy. No puedo imaginar el mundo sin Tomás Ortiz.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Tivoli Gardens y el Bosque de Sherwood


Jamaica. Ese verde trazo de acuarela en el Mar Caribe se tiñe de rojo en estos días. Resulta que un narcotraficante, aparentemente, retó la autoridad del oficialismo. La consecuencia tiene ribetes de guerrilla civil. Kingston, que nunca ha sido una ciudad tranquila, echa humos por varios flancos.

Fue en el 1987 que visité este paraíso angloparlante y prieto. Una de las cosas que más me llamó la atención fue observar una fortificación colonial amurallada, vigilante hacia el mar, pintada a brocha color blanco, como se pinta una casa. Aquello era una mancha en el horizonte. Ahí me di cuenta que esta gente hacía las cosas de otro modo. Habiendo visto yo varias plazas fuertes en su estado original, aquel fortín daba al traste con el pasado y el presente.

En aquella ocasión estuve solo horas en Kingston. Mi destino final era Negril, al Oeste de la Isla. Si bien Jamaica parece un paraíso pude ver por los intersticios de su gente que había algo rancio entre tanta belleza. En ruta hacia Negril vi casas de campañas desparramadas por doquier y vi miseria. Algún tiempo atrás un huracán
había desgarrado la Isla. Las instituciones del gobierno jamaiquino, pensé en aquel momento, eran disfuncionales. Hoy creo que el tiempo me dio la razón.

Ahí entra Christopher Dudus Coke. Un hombre de 42 años que mantiene un imperio de drogas y además licita y obtiene contratos oficiales para realizar obras al propio gobierno. En esas gestiones salpica a la gran mayoría de los burócratas y políticos. Se ha enraizado como benefactor de su comunidad, Tivoli Gardens.

Desde su estancia de poder, se dice, Dudus ha provisto a comunidades de aquello que el Estado –por la razón que sea- no tiene capacidad de brindar en cumplimiento del contrato social. Eso lo hace un hombre peligroso. Supongo que para su gente, Dudus Coke es como un Robin Hood. Con ese nombre y la lealtad que muestra por él la gente de su barrio, no dudo que se convierta en un mito; en una de esas leyendas que solo nacen en el clandestinaje, y solo se conoce y perdura de boca en boca. Dudus Coke de Tivoli Gardens.

Estados Unidos dictó auto de extradición en contra de Dudus a mediados de mayo de 2010. Jamaica rehusó extraditarlo. Pero por algún ejercicio “diplomático” el primer ministro ha ordenado su captura. La presión fue demasiada. A ese mismo primer ministro se le relaciona en su circunscripción con el fugitivo. Lo que me lleva a pensar cuán turbio es todo esto de la política, la democracia y el tráfico de drogas. Lo que me lleva a pensar que mientras alguien necesite ser electo por una mayoría de votantes, habrá quien venderá su alma al diablo en más de una ocasión, sin importar en qué infierno transige, con tal de aferrarse al poder. Y en más de una ocasión traicionará a cuantos tenga que traicionar para adquirir el voto de una masa de pobres infelices, de los que luego se olvidará. Y entonces saldrá un Christopher Dudus Coke. Y otro y otro y otro.
No sabemos cuánto costará su captura. Mil efectivos armados hasta los dientes, en una andada desquiciada, busca al prófugo puerta por puerta. Miembros de la comunidad Tivoli Gardens se lanzaron a la calle y quemaron varios cuartelillos de la autoridad oficial. Se dice que muchos de estos ciudadanos darían la vida por Dudus. Por lo pronto, se dice que han muerto 60 personas y hay doscientos heridos. Civiles en su mayoría. Ese mal llamado “daño colateral” es de seguro entre desposeídos y gente de a pie que se siente en deuda con Dudus.
Los que miramos desde lejos, fácilmente nos confundimos. ¿Será Dudus Coke un tipo tan malo que requiera que, con tal de capturarlo, se mate tanta gente? ¿Vale la pena pagar el precio de ajusticiar a alguien, a costa de que muchos otros perezcan ignominiosamente, y defendiéndolo?
Claro, Robin Hood solamente existe el Bosque de Sherwood.

lunes, 24 de mayo de 2010

Ayer y Hoy


Fue un cuatro de mayo y empezaban los años 70. El presidente Richard Nixon había sido electo en 1968. Vietnam era el infierno en la tierra y su escalada exacerbaba la opinión pública a través del mundo. Camboya recibía un azote de fuerzas norteamericanas. La posibilidad de conscripción militar amenazaba con desarraigar a la juventud de sus centros de estudios. Y en la Universidad de Kent, Ohio, -fundada en 1910 y con un impacto comunitario encomiable- los estudiantes decidieron hacer algo al respecto. Comenzaron sus marchas. Simpatizantes se adhirieron. El alcalde de la ciudad comenzó a incomodarse. El comercio, los bares, los bancos tuvieron que cerrar. Y entonces, luego de llamarlos “comunistas”, “anti americanos” y “lo peor que se haya criado en América”, llamaron a la guardia nacional del Estado. Les pidieron que se dispersaran, que abandonaran la protesta y se fueran del campus. Se encendieron los ánimos. Hubo intercambios violentos –piedras, gritos y botellas entre estudiantes y militares-. Los soldados calaron bayonetas y dispararon. Dispersado el humo de las armas de fuego, cuatro estudiantes yacían muertos. Investigaciones, culpas y recriminaciones sucedieron a los hechos, como es de esperar. Mil y una versiones, inculpatorias y absolutorias, plagaron medios y tribunales. Un alumno de comunicaciones de la Universidad de Kent utilizo una grabadora “reel to reel” y colocó un micrófono en la ventana de su dormitorio y grabó la secuencia histórica de la que alguien dice se puede concluir que dieron la orden de disparar. John Paul Filo, estudiante de fotoperiodismo, también capturó visualmente un doloroso instante con su cámara Nikkormat, lo que le valió reconocimiento mundial con un Premio Pulitzer.
La revista Time concluyó que "triggers were not pulled accidentally at Kent State".
Los hechos en Kent, detonaron el fervor estudiantil en todos los Estados Unidos. Cuatro millones de estudiantes se unieron a las protestas y novecientas universidades cerraron sus campus. Ese fue el saldo. La injusticia tiene siempre ese efecto de dominó.
La experiencia de la Universidad de Kent presenta congruencias extrapolables con la huelga de nuestros Universitarios. Obviamente no en todo. Ayer, como hoy, se protesta por la injusticia. Hoy, como ayer, se les tilda de comunistas y delincuentes. Ayer y hoy, era y es necesario encender un debate público. Ayer, en los 70, había una guerra muy injusta. Hoy, en nuestro país, estamos en guerra con nosotros mismos por desazón e injusticias. Ayer y hoy, son los estudiantes -con ese idealismo visceral- quienes nos recuerdan que hay que corregir las infamias. Hoy y ayer, se les azuza con cuerpos paramilitares o soldados de carrera. Ayer ni hoy tampoco a los estudiantes “le asustan las balas ni el ladrar de la jauría.”
Sin embargo, contrario a ayer, todos estamos viendo. Todos estamos escuchando. No hay una sola voz oficial que nos engatuse con medias verdades. Hoy, los estudiantes de comunicaciones, con muchos más recursos que sus pares de la Universidad de Kent ayer, han mantenido sus manifestaciones, consignas y razones al alcance de todos, a través de medios que también se convierten en vigilantes. Solo esperemos que a ningún ex universitario -de los que asesoran en materia de educación y seguridad- les de las infames ganas de que se calen las bayonetas. Intuyo que la paciencia del país no está para eso.