sábado, 14 de abril de 2007

1 DE ABRIL DE 2007. DOMINGO DE RAMOS

Elpidio Collazo es uno de esos boricuas que hace la historia con sus manos. Cuenta con más de 70 años y se lamenta de lo apresurado e inclemente que es el tiempo. Esperé por él un domingo de ramos en una salita de su hogar. Durante mi espera descubrí en aquella sala pinturas suyas y por supuesto su fuerte: pájaros tallados, traídos a la vida desde la médula de un árbol o en su versión más artística, sugeridos desde un pedazo de madera de forma magistral. Su talento es innato. Y como todo artista que sabe que la capacidad de síntesis es un elemento imprescindible en el arte, adoptó el seudónimo Maboiti, palabra taina que significa tallador de petroglifos.
Don Elpidio tiene lo indispensable para maravillar. Un talante agradecido y bonachón le añade brillo a este artista autóctono y honesto.
Su obra consiste en la talla de aves y en la pintura. Aunque alguna vez quiso ser pintor, nos confiesa, la transformación de la madera ha sido su manifestación artística de mayor envergadura. Sin embargo, cuando se observa una talla de Elpidio Collazo se está ante una obra tridimensional que incluye la talla y la pintura. El guaraguao, la reinita, el pitirre y el múcaro son algunas de las aves que le inspiran a transformar el cedro –una de sus maderas mas usadas- en exquisitas obras de arte. En cualquier momento, esas aves piensa uno, alzarán vuelo entre trinos o cantos.
Don Elpidio comenzó a tallar formalmente cuando se aproximaba a los cuarenta. Trabajo como oficial de custodia, agricultor, artista por encargo y hasta militar fue. Aun recuerda cuanto talento y habilidad existía en su centro de trabajo, cuando laboraba como guardia de corrección. No necesariamente entre sus colegas sino entre los reos que debía custodiar.
De sus obras, es impresionante observar las aves en posiciones fieles a sus movimientos. Las poses de las aves las recrea bien de fotografías o imágenes en movimiento. Pero también de su memoria. Un instante luego de observar a un ave a través de los binoculares o a simple vista. –Se me quedan grabados aquí- dice mientras se señala con el dedo índice parte de su amplia frente extendida por la calvicie.

Su vida, por lo que se le escuchó decir ha sido un periplo repleto de preguntas que ha podido contestarse a través de la madurez y su trabajo. Estamos ante un hombre que se ha encontrado a si mismo luego de cuestionarse cual era su propósito en esta vida.

Nos habló de lo rápido que se van los años. De lo importante de la paciencia y de lo gratificante de rodearse con los niños. A su edad, ha comprendido que las cosas no siempre van como uno quiere. Sobre todo en el arte.
Cuando la obra no le satisface simplemente deja de trabajar para luego liarse con la madera y lograr una obra muchas veces superior a la originalmente contemplada.
Conversó de los miedos y la prisa que toca a toda persona durante la vida. Y nos reveló que la contemplación es el ejercicio que verdaderamente reafirma la naturaleza humana. Es fanático de la radio. La buena radio. Esa que se captura a través de receptores de onda corta y nos ponen en contacto con el resto del mundo. Así, suponemos, echa vuelo la imaginación de don Elpidio. Mientras tanto, sus aves le observan desde ese mismo instante que alguna vez quedo registrada en su memoria.

Sus obras cuestan desde 500 a 5 mil dólares. Las trabaja en maderas nobles roble, cedro caoba entre otras. Su taller esta repleto de trabajos terminados y en proceso; en tallas de otros; cuadros, herramientas; todo tipo de aserrín y por su puesto mucha magia.