1:59 de la madrugada. Piso veinticinco. Despierto
y observo el techo. Escucho tránsfugas en sus vehículos de un lado para otro.
Comienzo a contar los picos del estucado. El sonido del acondicionador de aire
parece el zumbido de una abeja gigante: monótono y eterno hasta que lo apague.
Entonces, hasta el calor hace ruido.
Por mi pensamiento vagabundean escenas y
recuerdos. Recuentos de asuntos pendientes; evocaciones de lo mal dicho. Y
aguardo con algún grado de angustia que llegue mi sueño.
“Todo anda bien. Es cuestión de tiempo.” Me lo ha dicho el monstruo que se asomó por la
ventana.