Entro a uno de esos bancos que como Cristóbal Colón llegaron colonizándolo todo. Una vez en el vestíbulo de la institución, acceso una fila con alrededor de doce personas, en una parsimoniosa caminata que de vez en cuando y uno a uno se aproxima a la dependiente en caja. Eso de contar dinero ajeno debe ser un oficio que pone la carne de gallina. Aguardo y bajo la congénita condición que me impide estar quieto, miro al techo, miro a la gente, leo sus rostros, veos sus manos, observo sus zapatos, atisbo a los oficiales del banco hasta que encuentro un letrero ramplón, con aires publicitarios de bajo presupuesto, y al por mayor -en consideración a las muchas sucursales donde deberá estar expuesto, supongo- que dice, o mejor dicho nos pregunta ¿Cuál es tu pasión?

Y ya que la fila no daba señales de moverse a un ritmo que podamos describir como “apasionado”, le di pensamiento a la pregunta y terminé donde siempre termino desde hace unos cuantos años a esta fecha. Llegar allí, a esa respuesta que me amarra el pecho desde hace un tiempo, volvió a contrariar mi momento. En mi imaginación prometí escribir algo al respecto.
Me figuré el momento de batirme con las letras y el papel; busqué la definición de la palabra pasión. Aprendí que su origen es griego, como las tragedias, (πáάθος) y que luego algún pasional romano - no sé si por estar en alguna fila- la incorporó al latín (passĭo, -ōnis). Y entonces procedí a leer cada una de las definiciones:
1. f. Acción de padecer.
2. f. por antonom. pasión de Jesucristo.
ORTOGR. Escr. con may. inicial.
3. f. Lo contrario a la acción.
4. f. Estado pasivo en el sujeto.
5. f. Perturbación o afecto desordenado del ánimo.
6. f. Inclinación o preferencia muy vivas de alguien a otra persona.
7. f. Apetito o afición vehemente a algo.
8. f. Sermón sobre los tormentos y muerte de Jesucristo, que se predica el Jueves y Viernes Santo.
9. f. Parte de cada uno de los cuatro Evangelios, que describe la Pasión de Cristo.
~ de ánimo.
1. f. Tristeza, depresión, abatimiento, desconsuelo.
Con definición en mano me di cuenta que no me equivoqué cuando, ante la pregunta sucinta y directa ¿Cuál es tu pasión?, supe mi escueta respuesta. Una respuesta a la que se llega no sin antes vivir sus complicaciones. La respuesta que tiene nombre y que pronuncio todos los días de mi vida de un tiempo a esta parte y con quien entablo conversaciones sin siquiera estar presente; en las malditas mañanas; en las noches oscuras; en el almuerzo; en las comparsas donde la soledad se hace más cruel, porque hay tanta gente menos una. Y entendí que no puede haber otra pasión en mi vida que se haga de las definiciones tan a la medida. Por algo es mi Pasión.
“Señor, que cómo puedo ayudarlo” Sin darme cuenta estaba detenido en la ventanilla de servicio. Una joven de talante delicado se debatía entre gritarme y tratarme con cortesía ante mi embelesamiento que, de paso, retrasaba toda la fila. Realicé mi trámite aturdido. Como quien recién levantado y sin tomar una taza de café, pretende resolver la sucesión de Fibonacci. Y antes de salir del banco pude darme cuenta de que, así como una fila parecería inexistente al abstraernos en nuestros pensamientos, una pasión puede robarnos mucho de nuestras vidas.