martes, 27 de julio de 2010

Si usted puede leer esto, puede que esté soñando. Si usted puede leer esto, puede que esté despierto. Si usted está soñando, puede leer esto. Si usted está despierto, puede haber soñado que leyó esto. Si usted leyó esto, puede que haya estado despierto. Despierto, en un sueño, usted pudo leer esto. Soñando, despierta, y lee esto. Lee esto en un sueño. Despierta de un sueño y lee esto. Esto lo lee mientras sueña. Despierto, sueña con leer esto…

Inception… véanla… puede que no sea un sueño

A una infancia de la amiga.


Tengo la certeza de que Mercedes Bonnie Sampayo fue una de mis primeras amigas en la escuela primaria. Agradable, con una sonrisa agraciada y unos ojos oníricos muy claros, aprehendidos a un estuche de pestañas, como piedras preciosas. Recuerdo el timbre de su voz. Era la voz de la clemencia y la tranquilidad desde la que podía escucharse –certeramente- un halago hasta una advertencia.

Mujer valiente mi amiga Bonnie. Madre de Ivonne, hermana, hija, amiga, compañera, empresaria y seguramente muchos otros roles. Típico en estos tiempos.

La última vez que le vi fue entre un montón de amigos de la infancia y la adolescencia. Hace un año y varios días. Bonnie es el tipo de amiga que recuerdas tal y como la conociste, inmarcesible. Ahora me entero que ha perdido la vida. Lejos. Bastante lejos. Y su hija, de quien me atrevo a decir es su mejor amiga, le ha tocado el dolor y la responsabilidad de traerla a casa. Esto ha sucedido hace apenas unas horas.

Un instante es todo lo que se necesita para quedar en el recuerdo. Para extinguir un futuro y comenzar una historia que se queda incompleta.

Amiga Bonnie, cuánto hubiese deseado despedirme de ti, mirándote a los ojos. Ojala a donde fueras, encuentres la paz como siempre la imaginaste.