lunes, 8 de junio de 2009

Punto y Seguido

Dicen que todo tiempo pasado fue mejor. Yo, solo le brindo a la sentencia anterior alguna consideración cualificada. Para mi no puede ser de otro modo dado el curso de los acontecimientos en el pretérito aludido. Prefiero, sin embargo, insistir en que todo tiempo presente es mejor –sí, a diferencia del pasado- pues es en este instante cuando existe la oportunidad de decidir correctamente.
Lo antes dicho viene a cuenta de un viejo asunto pendiente –de alguna manera engavetado en el cajón de los remordimientos- que me persiguió solapadamente desde la fecha en que inicié la costumbre de hacer inventario. En aquel momento (que no era pasado en ese instante aunque ahora sí) decidí correctamente realizar un “severo ajuste de cuentas” con lo vivido. El asunto pendiente de referencia se vertió prístino entre mis consideraciones. Y recordé mis obras insidiosas y la perfidia de mi conducta. Obré como el ignorante que -como muchos- da la espalda a la sensibilidad. Por eso, es difícil tragarme aquello de que todo tiempo pasado fue mejor. Por mi modo de pensar y actuar el mío no lo fue. Sin embargo hoy quiero acabar con todo eso. Quiero, de algún modo, corregir el karma y reafirmar que todo tiempo presente es mejor.
Aunque prologado ininteligiblemente (porque solo me interesa que tú y yo lo entendamos), celebro que después de treinta años y próximos al emblemático reencuentro de nuestra promoción, podamos mirarnos de hombre a hombre y saber que entre tú y yo no quedan ni existirán asuntos pendientes. Quiero decirte además que lamento muchísimo no haber tenido la sabiduría para aceptarte como siempre fuiste. Y que en lo sucesivo, en nuestro próximo tercio de vida que ya irrumpe inoportuno, deseo con honestidad extenderte mi amistad y desearte que, de lo que la vida ofrece te corresponda lo mejor.