La Comisión de la Igualdad o Nunna daul Isunyi*

Todo lo anterior es parte del llamado plan Tennessee. Un plan que varios territorios de los Estados Unidos utilizaron para ser incluidos en la federación. Comenzó precisamente en el estado que lleva su nombre por allá en el 1796, y para serles honesto, no tengo idea de cómo hicieron aquello sin un pelotero, porque el béisbol no se inventó sino hasta el 1839 en Cooperstown Nueva York.
Se supone que siete personas -de las que ya hay cuatro-vayan ante el congreso a exigir la inclusión de la Isla entre los otros cincuenta estados. Claro, algo muy simple en estos tiempos.
Eso explica los primeros escogidos. Por un lado dos veteranos ex gobernadores con dos cuatrienios de experiencia cada uno y que, durante sus respectivas incumbencias, nos endeudaron con el equivalente a $34 mil millones. Supongo que, ante el congreso y en ese buen inglés de ellos, diran algo asi… “ui uil not taik mor lends. Fiao is ouver” Por el otro, incluyeron a un político de menor envergadura cuyo mejor mérito es lucir la sonrisa del comisionista agradecido. Es curioso o tal vez es pura casualidad: estos tres seres y muchos de sus familiares han vivido del erario público toda su vida. Valga apuntar al hecho que uno de los escogidos es además, padre del propio gobernador que lo eligió.
Y entonces está el pelotero. ¿Alguien sabe si es residente de Puerto Rico? De los cuatro seleccionados parecería tener el currículo más limpio. De hecho es el único cuentapropista millonario. Y sus millones, puede decirse, no se hicieron ni esquilmando ni pidiendo. El pelotero es literalmente un insumiso arrodillado que amasó un dineral por estar entre los mejores de su clase. Ahora, si yo fuera él, y viendo con quien se junta, dejaría mi billetera en una caja fuerte… fuera de Puerto Rico.
También me intriga el hecho de que el nombre Comisión de la Igualdad nada tiene que ver con la realidad. Es imposible que vayamos de cuchifritos a platicar con el “cotton candy”. Cuando los territorios que utilizaron el plan Tenesí solicitaron su admisión al club, lo hicieron entre iguales. Y lo cierto es que nosotros los antillanos, por más blancos que nos creamos, somos muy distintos a los norteamericanos. El gusto por la pelota es otra cosa. Pero, de nuevo, usted no entra a las grandes ligas si no tiene el rendimiento y la capacidad similar a la de sus pares. Imagínese a los gobernadores de Tenesi y Michigan enviado a los Hurones y a los Yuchi a pedir la estadidad. Así de simple.
Sabemos que en las postrimerías del siglo XVIII los que conformaron los equipos del plan Tenesi no jugaban béisbol. Pero Andrew Jackson, que formó parte de ese “team” era blanco, militar, comerciante y presbiteriano. Hablamos de un hombre que fue el séptimo presidente de los Estados Unidos. A los trece años Andrew Jackson (que no está emparentado con Samuel L. Jackson) había empuñado las armas contra el Imperio Inglés; a los quince era prisionero de guerra. A contrario sensu, aquí tres de los cuatro seleccionados: dos de ellos eran unos privilegiados, que desde el Caparra Country Club decidieron besarle los pies al propio imperio. El tercero, no tan solo le besaba los pies a los trece años, sino que se los chupaba desde el Municipio de Carolina. El asunto es que el plan Tenesi se realizó entre gente de un mismo calibre. De la misma idiosincrasia aunque hubiera algunos kilómetros de territorio entre ellos. Aquellos, proclamaban su identidad. Los seleccionados a la Comisión de la Igualdad, la reniegan.
Entonces, en este Siglo 21, y con más de quinientos y pico de años de coloniaje, llega ante el congreso Romero Barceló... jadeante. Alguien con quien usted seguramente no se haría un “selfie”. Un hombre cuya actitud ya ha demostrado que puede llevar a cualquiera de sus interlocutores a propinarle un “sopapo” que provoque un ojo tumefacto. Con to y escolta…
El otro ex gobernador Pedro Rosselló (a.k.a. el Mesías), padre del que lo reclutó a él y al pelotero, y a quien se le atribuye el dudoso honor de permitir el esquema sistematizado de una cleptocracia, llegará menos jadeante, pero “ready to push it”. Cómo hizo para obtener su inmerecida pensión vitalicia de sobre cincuenta mil dólares. Resta entonces el tercer político: Charlie Rodríguez. Este destaca por lo bien que se ha cepillado los dientes.
Al final de cuentas y lo que quiero decir es que si usted es marroncito, tiene un acento resbaladizo, y aun así espera que la mayoría de los norteamericanos le tengan como a un igual, usted está enajenado. Ninguno de estos tres es blanco, lo que se llama blanco. Ninguno es un protestante bona fide, ninguno empuñó las armas para defender la unión y mucho menos se atrevieron a pisar Corea o Vietnam, escudados en una élite criolla que les salvaguardó el pellejo. Ahora sí, cómo le han robado al gringo!
No, la Comisión de la Igualdad no es tal cosa. Es muy desigual. Y los norteamericanos hace rato que se dieron cuenta.
*El Sendero de Lágrimas