jueves, 12 de junio de 2008
Proverbio Burundés
DESFILE CINCUENTA-ONU
Dos millones de boricuas fueron al desfile. Apretaditos, brillosos, sudorosos, olorositos a sobaco tropical. Con los tules puestos. Acepillaitos. Pelfumaos hasta las teleras. Los más dandis. Mujeres en leggins con las nalgas a relieve y el pelo colorao achiote. Frases autóctonas de nuestra puertorriqueñidad por doquier: Ay bendito….
Macharranes en mahones y camisilla, con moscas en la barbilla, tatuajes en los brazos, cerveza en mano y suficiente grasa en el abdomen como para hacer trampa en un ayuno.
Rubios, negros, mulatos, achinados, piel canela, pelo rizo, lacio, canos. Mil rostros tapizados del verdor de nuestras montañas, con mancha de plátano, salpicados de salitre y contagiados con jaguaryú. Los nuevos ricos, de pueltorico. El político que se percibe amado. Indígenas, indigentes y decentes. Crisol criollísimo y mampara de la verdadera identidad.
La parada número cincuenta y uno. Cuarenta cuadras de fiesta por la Quinta. Suenan las congas que saben a salsa y los barriles con ritmo de plena. Risas simpáticas y miradas de reojo tras el accidental tropezón. La carcajada genuina. Las hembras bien puestas con más curvas que la piquiña. Damas en tacos, tropiezan poquito a poco y aguantan cuanto chino dan los machos de Boriquén. Autóctonas expresiónes como las flores de orilla: Ave Maria!, Puñeta!; Tirate cabrón, que esta llanito!; cien grados de temperatura y el olor a cuchifrito se mezcla con las colonias de Avon. Que jodío calol ; Oye Wi, Tito tiene aquello pa’ ti. No me vaya a dejal. Si ajá… mere pescau! Con el permiso, con el permiso; coño no empujen; no te cueles cabrón! Mera, siéntate!. Que hostia!; Tito, Tito, Tito… ¿qué carajo Tito? Ese se retiró! Ahora es Juanma! Juanma! Juanma! Juanma! Ahí viene la Comay muchachos! Tíralo al medio Comay! Tiene un pejo que me preste?
Un día después, varias manzanas más abajo, exactamente en la Primera Avenida, entre la calle Cuarenta y Dos y la Cuarenta y Ocho, en una estructura de treinta y ocho pisos y quinientos cuarenta y cuatro pies, obra diseñada por Le Corbusier, hay otra clase de fiesta. Pocos invitados; no menos pintorescos. Es el reclamo del gobernador de Puerto Rico, ante las Naciones Unidas, de mayor soberanía para la colonia más antigua –y feliz- del hemisferio. Al reclamo asiste muy poca gente. Aquellos que sobrevivieron la resaca del día anterior deambulan como zombis bien pagos ante un organismo internacional de mucho peso. Si tan solo los dos millones de boricuas estuvieran allí. El mismo organismo que advirtió a George Bush sobre la invasión a Irak. Y nuevamente, el organismo de treinta y ocho pisos de historias, emite una resolución. Todo tinta, todo papel y a tono con aquella otra declaración sobre la concesión de la independencia de los países y pueblos coloniales, contenida en la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General, de 14 de diciembre de 1960; y con la pertinencia que pueda tener que ya se cumplen ciento dieciocho años de la invasión a Borinquen por los norteamericanos. La determinación del ingente organismo es: mantener la cuestión de Puerto Rico bajo examen continuo.
Supongo que en Casa Blanca están muy preocupados. No por la resolución de la ONU, sino por los dos millones de boricuas que tienen ganas de permanecer bajo fiesta continua en la isla de Manhattan, per secula seculorum.