viernes, 16 de julio de 2010

En rio revuelto

Recuerdo el Puerto Rico aquel de una economía más estable, sustentada en un laborioso espíritu de superación y honestidad. Recuerdo que terminaban los años sesenta. En las estaciones de gasolina siempre había empleados. Las tintorerías recogían y llevaban a domicilio la ropa. Los pañales de algodón eran recogidos y entregados del mismo modo. Un obrero llevaba el lácteo al hogar en un camión refrigerado, y se reciclaba el embase. Los colmados de la esquina llevaban en una cesta o una caja los víveres encomendados. Las panaderías, en muchos casos, estaban a la vuelta de la esquina. Había carnicerías independientes. Zapaterías, sastrerías.

Existían los consultorios médicos de prácticas muy honrosas y galenos que visitaban el hogar con el maletín clínico. Con regularidad un vehículo cargado de frutos u otros alimentos recorría las calles de los vecindarios con su oferta. Existían las talabarterías. Tienditas de “limber” y “school supplies”. Granados maestros de música dictaban sus clases a particulares. Y el afilador de cuchillos y tijeras anunciaba su presencia con la inconfundible sonoridad de una flauta de pan.

Afilador de Parque Chacabuco by latitud34sur

En fin, existía una sinergía variada, interdependiente y muy social de índole laboral y económica. Había mucamas y nanas. Y tantos oficios como productos y servicios pudieran necesitarse.De momento no recuerdo cuándo dejaron de existir los empleados que verificaban que el motor del coche tuviera sus fluidos al nivel correcto mientras servían la gasolina. ¿Cuándo dejaron de limpiar el parabrisas? A veces me pregunto cuándo dejaron de existir el portero, el ascensorista y los puestos de periódicos y revistas. ¿Por qué ya el heladero no recorre nuestras áreas más urbanas?. ¿Dónde están los peleteros y los relojeros?

Todos estos oficios daban un balance a la comunidad. Eran la verdadera simiente de la libre empresa. Y quizás el disuasivo perfecto a la criminalidad y los vicios. Sin embargo, menguaron o desaparecieron. Y todavía nos preguntamos por qué existe el desempleo. Sencillo. Nos hemos tragado un anzuelo y nos han enredado en la tarraya del oportunismo.