lunes, 24 de mayo de 2010

Ayer y Hoy


Fue un cuatro de mayo y empezaban los años 70. El presidente Richard Nixon había sido electo en 1968. Vietnam era el infierno en la tierra y su escalada exacerbaba la opinión pública a través del mundo. Camboya recibía un azote de fuerzas norteamericanas. La posibilidad de conscripción militar amenazaba con desarraigar a la juventud de sus centros de estudios. Y en la Universidad de Kent, Ohio, -fundada en 1910 y con un impacto comunitario encomiable- los estudiantes decidieron hacer algo al respecto. Comenzaron sus marchas. Simpatizantes se adhirieron. El alcalde de la ciudad comenzó a incomodarse. El comercio, los bares, los bancos tuvieron que cerrar. Y entonces, luego de llamarlos “comunistas”, “anti americanos” y “lo peor que se haya criado en América”, llamaron a la guardia nacional del Estado. Les pidieron que se dispersaran, que abandonaran la protesta y se fueran del campus. Se encendieron los ánimos. Hubo intercambios violentos –piedras, gritos y botellas entre estudiantes y militares-. Los soldados calaron bayonetas y dispararon. Dispersado el humo de las armas de fuego, cuatro estudiantes yacían muertos. Investigaciones, culpas y recriminaciones sucedieron a los hechos, como es de esperar. Mil y una versiones, inculpatorias y absolutorias, plagaron medios y tribunales. Un alumno de comunicaciones de la Universidad de Kent utilizo una grabadora “reel to reel” y colocó un micrófono en la ventana de su dormitorio y grabó la secuencia histórica de la que alguien dice se puede concluir que dieron la orden de disparar. John Paul Filo, estudiante de fotoperiodismo, también capturó visualmente un doloroso instante con su cámara Nikkormat, lo que le valió reconocimiento mundial con un Premio Pulitzer.
La revista Time concluyó que "triggers were not pulled accidentally at Kent State".
Los hechos en Kent, detonaron el fervor estudiantil en todos los Estados Unidos. Cuatro millones de estudiantes se unieron a las protestas y novecientas universidades cerraron sus campus. Ese fue el saldo. La injusticia tiene siempre ese efecto de dominó.
La experiencia de la Universidad de Kent presenta congruencias extrapolables con la huelga de nuestros Universitarios. Obviamente no en todo. Ayer, como hoy, se protesta por la injusticia. Hoy, como ayer, se les tilda de comunistas y delincuentes. Ayer y hoy, era y es necesario encender un debate público. Ayer, en los 70, había una guerra muy injusta. Hoy, en nuestro país, estamos en guerra con nosotros mismos por desazón e injusticias. Ayer y hoy, son los estudiantes -con ese idealismo visceral- quienes nos recuerdan que hay que corregir las infamias. Hoy y ayer, se les azuza con cuerpos paramilitares o soldados de carrera. Ayer ni hoy tampoco a los estudiantes “le asustan las balas ni el ladrar de la jauría.”
Sin embargo, contrario a ayer, todos estamos viendo. Todos estamos escuchando. No hay una sola voz oficial que nos engatuse con medias verdades. Hoy, los estudiantes de comunicaciones, con muchos más recursos que sus pares de la Universidad de Kent ayer, han mantenido sus manifestaciones, consignas y razones al alcance de todos, a través de medios que también se convierten en vigilantes. Solo esperemos que a ningún ex universitario -de los que asesoran en materia de educación y seguridad- les de las infames ganas de que se calen las bayonetas. Intuyo que la paciencia del país no está para eso.