lunes, 26 de julio de 2010

El Crononauta

"En estos tiempos que no me queda tiempo, he sacado tiempo para jugar con él. Y por ello escribo este conato de cuento breve. Si le gusta, cuéntelo. Si no le gusta, dígamelo a mí."



El Crononauta

Se despertó con el sonido de la clepsidra que llevaba en la cabeza. Empapado de lapsos y recuerdos. Las ropas anegadas de fechas. Chorros de horas descendían por sus sienes. Lo improbable había ocurrido; había viajado en el tiempo.

No tenía idea de cuánto duró el periplo. Estaba parado sobre un charco de minutos y el espacio parecía un huerto de años y meses. Entonces vio, con mirada extrañada, una pieza. “Es un levitrón inmóvil.”, se dijo. La pieza existía rectangular, de dimensión media. Similar a una tarja y contenía una inscripción. Miraba a su alrededor y todo parecía lucir igual desde todos los sitios. Como si todos los siglos, los milenios y el espacio estuvieran mezclados en un momento promiscuo. Era como flotar en un punto pero, por alguna razón, sentía que podía estar parado sobre algo, y aun caminar sobre ese suelo que, al mirarlo, parecía un techo. Pudo notar que estaba en todas partes y en ninguna a la misma vez.

Volvió a observar la tarja. Jeroglíficamente codificada. Difícil de comprender, mas no para él, a quien antes le insinuaron que esto podía suceder. La tarja enunciaba el mayor acontecimiento de todas las épocas. Ahí, en ese preciso instante, revisó la memoria y comprendió que había logrado lo imposible: sobrevivió al experimento; había rebasado los límites del tiempo. Escapó al Juicio Final.


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