sábado, 20 de noviembre de 2010

Entre violadores...

No es que no lo crea incapaz de hacerlo, pero sería una estupidez que lo hubiera hecho. Julian Assage lleva auto de detención en su testa, por presunta violación y agresión sexual. Es hasta poética la imputación, si se considera que Assage debería saber cómo se cobra en el oficio de divulgar la verdad y violar secretos. La vida es el rubro, y la cuenta corriente de Assage es muy fina.

Luego de revelar miles de documentos del Pentágono antes de que siquiera alguien estimase propios para desclasificarlos, Julián se ha convertido en un tipo de Enemigo Público Número Uno de los Estados Unidos y sus circuitos de inteligencia, que son muchos y poderosos. Se dice que en el Pentágono un grupo de más de cien personas trabajan día y noche para “reparar” lo que las acciones de Assage impacten. Una división de inteligencia que se encarga de desacreditar verdades.

El fundador de Wikileaks, portal del internet que delata y publica los desmanes de los gobiernos, es un animal al que de momento se le ha declarado en temporada. No dudo que cazadores de lenguas sofistiquen mil modos de hacerse de este hombre que, de algún modo, acertó un golpe a las mentiras y la propaganda. Cuando te metes con ellos, te metes con toda la manada. Y son varios los países que tienen las yemas de sus dedos ensangrentadas.

Ahora resulta que a Julián se le acusa de violador. En Suecia. Claro, además de haber violado el velo bajo el que se esconden las mentiras sobre las que cimientan guerras. Haber violado el malévolo código de la discreción sobre el abuso institucionalizado y rapaz. Haber violado la pírrica paz del mundo, que excluye a los demás. Y no es que dude, como dije antes, que Julián Assage haya podido violar a alguien. Tampoco dudo que quienes conocen tan bien el oficio de violar vidas y pueblos tengan la medida exacta para ajusticiar a este rebelde con causa. Después de todo, como dicen quienes se han dado a la tarea de cazarlo: It takes one to know one. O como lo decimos en castellano: el ladrón juzga por su condición.

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