No siento asombro por toda esa información que se riega sobre los asuntos diplomáticos de los Estados Unidos y otros países. Es que no es difícil imaginárnoslo. Sí me sorprende, sin embargo, el tono en la reacción de alguna gente.
Políticos, diplomáticos y espías son parte de una zoología omnipresente, pero de distinta especie. Y Wikileaks, o mejor dicho, las reacciones a lo que divulga Wikileaks, así lo patentizan. De momento la libertad de expresión y de prensa se tambalean. La condena y persecución a Wikileaks es un preámbulo muy sospechoso, que de tener éxito, pronto regresará para mordernos.

Hay demasiada soberbia e injusticia en el ejercicio del poder. Hay intereses infinitos que proteger. Hay que mantener cipayos a toda costa. Y a la evolución… hay que ponerle bridas de censura.
Sí, evolución. Ya el mensaje de “por la libertad y la democracia” ha rebasado el umbral máximo. Antes sirvió para conflictos que alguna moralidad tenían, dentro de toda su espantosa consecuencia. Ya no. Hemos evolucionado. Ya se intuye por donde y hacia qué se encaminan las guerras, las leyes y la diplomacia. El problema es que rara vez nos lo corroboraban.
Mark Felt alias Deep Throat |
Excepto ahora, con Wikileaks.
Los gobernantes están dolidos. Ya no tienen cuerpos inmaculados. Ahora sus pústulas están visibles a todos. Y son bastante desagradables.
A pesar de ello, los políticos quieren -por todos los medios- decidir lo que es bueno para nosotros. Si no nos avispamos, el mensaje será otro, y andaremos más o menos otro siglo de espaldas a la realidad. Nos dirán, como ya han empezado a hacerlo, que todo lo que hace un gobierno es “por la seguridad y en contra del terrorismo”. Y nos mantendrán entre cuatro paredes bombardeados de información tenebrosa que nos desaconseje viajar, preguntar, cuestionar, protestar, diferir y propiciar cambios, no necesariamente en ese orden.
Wikileaks es una simiente muy poderosa, cuyo compromiso es, aparentemente, divulgar información que propiciará debates. Y el debate se centrará en si las instituciones que basan su existencia -y se sostienen- diciéndonos cómo conducirnos en nuestras respectivas vidas, y qué es bueno para nosotros, hacen lo contrario, con el dinero de los contribuyentes y la riqueza de cada país. Es lo que la prensa más seria hizo por años. Watergate, por citar solo un ejemplo. De momento nadie se acuerda de Bob Woodward y Carl Bernstein. Y cuando se habla de Deep Throat, la gran mayoría se sonroja, pero por la razón incorrecta.
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Bob Woodward, izquierda, y Carl Bernstein tenían veinte años cuando comenzaron a investigar el encubrimiento de Watergate (foto po Michael Williamson The Washington Post) |
Con Wikileaks, no se ponen en riesgo los buenos ejemplos, sino que se desenmascara a los impostores. Pero hay impostores muy poderosos a quienes conviene vivir de y desde su impostura. Por eso claman por la más vehemente de las censuras.
Los diplomáticos han sido algo más moderados en sus expresiones que los políticos. De hecho, han comenzado a contactarse para decirse entre ellos “donde dije digo dije diego”. Y los espías, por razones obvias, prefieren mantenerse en su mundillo de telarañas e intrigas.
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