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Sanders being arrested at a 1963 anti-segregation protest in Chicago. He was later found guilty of resisting arrest and charged $25. |
No sé si Bernie, de lograr la presidencia
de EU, se convertirá en un sátrapa. Aunque por su trayectoria de más de 30 años
me inclino a pensar que ese no es su caso. Si bien Bernie no es Martin Luther
King, tampoco está lejos de lo que entraña aquel discurso I have a dream.
Dicho eso, me sorprende cómo aparece un
pelotón ad hoc para fusilar a los más
de cuatro mil estudiantes que se dieron cita en el Teatro de la UPR deseosos de
ver y escuchar a Bernie Sanders. Oigo como le dicen a esas personas, sin conocer la afiliación política de cada uno,
que están traicionando al independentismo o al movimiento soberanista porque la
presencia de por sí del candidato dentro de una primaria demócrata para la
presidencia de EUA, valida la política norteamericana para Puerto Rico y los
procesos electorales del imperio. He leído “los izquierdosos respaldan al
candidato demócrata; que hipócritas son! ahora les gusta el sistema americano”.
El que haya asistido a una clase de
filosofía y haya comprendido el tema de la lógica, tiene la herramienta para
descubrir el razonamiento falaz utilizado. No se trata de plegarnos al sistema
norteamericano. Se trata de desear para el prójimo y nosotros mismos las
oportunidades que el sistema ha erosionado ante nuestra impávida presencia.Y ese ideario está en la boca y las acciones de Bernie desde hace décadas.
Ahora resulta que coincidir con el
contenido de un discurso, nos hace parte de todo un régimen político. Creer en
un sistema de salud universal no tiene lindero. Creer en una educación gratuita
tampoco. Respaldar igual paga y un sueldo digno para el hombre y la mujer es un
asunto intrínsecamente moral. Creer que como sociedad debemos ser más justos y
dignos no es política. Puede que la política se sirva de estos ideales. Pero
eso es otro asunto. Sanders no encarna al sistema político americano. Más bien
es esta rara y fresca excepción que a contrapelo levanta su voz para de alguna
manera traer algo de razón a la vorágine política.
Sus ideas no son del partido
demócrata, ni del sistema de primarias norteamericano. Sus ideas son metas
universales que traerían justicia y paz a quienes logren alcanzarla.
Quizás
hemos perdido la sensibilidad. El cinismo ha anquilosado nuestra capacidad de
idear soluciones. Nuestra dependencia a satisfacer gustos particulares e
inmediatos nos hace propensos a preferir los espejismos. Somos nosotros, los
que en nuestra madurez abandonamos los ideales, no por imposibles, sino por
difíciles. Y entonces, después de varias derrotas, nos sentimos con la
autoridad de desalentar a los jóvenes que tienen el ímpetu y la ingenuidad
necesaria para realizar cambios maravillosos, de modo que lo antes posible se conviertan
en nosotros.
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