domingo, 22 de mayo de 2016

martes, 17 de mayo de 2016

La importancia de llamarse Bernie



Sanders being arrested at a 1963 anti-segregation protest in Chicago. He was later found guilty of resisting arrest and charged $25.

No sé si Bernie, de lograr la presidencia de EU, se convertirá en un sátrapa. Aunque por su trayectoria de más de 30 años me inclino a pensar que ese no es su caso. Si bien Bernie no es Martin Luther King, tampoco está lejos de lo que entraña aquel discurso I have a dream.
Dicho eso, me sorprende cómo aparece un pelotón ad hoc para fusilar a los más de cuatro mil estudiantes que se dieron cita en el Teatro de la UPR deseosos de ver y escuchar a Bernie Sanders. Oigo como le dicen a esas personas, sin  conocer la afiliación política de cada uno, que están traicionando al independentismo o al movimiento soberanista porque la presencia de por sí del candidato dentro de una primaria demócrata para la presidencia de EUA, valida la política norteamericana para Puerto Rico y los procesos electorales del imperio. He leído “los izquierdosos respaldan al candidato demócrata; que hipócritas son! ahora les gusta el sistema americano”.
El que haya asistido a una clase de filosofía y haya comprendido el tema de la lógica, tiene la herramienta para descubrir el razonamiento falaz utilizado. No se trata de plegarnos al sistema norteamericano. Se trata de desear para el prójimo y nosotros mismos las oportunidades que el sistema ha erosionado ante nuestra impávida presencia.Y ese ideario está en la boca y las acciones de Bernie desde hace décadas.
Ahora resulta que coincidir con el contenido de un discurso, nos hace parte de todo un régimen político. Creer en un sistema de salud universal no tiene lindero. Creer en una educación gratuita tampoco. Respaldar igual paga y un sueldo digno para el hombre y la mujer es un asunto intrínsecamente moral. Creer que como sociedad debemos ser más justos y dignos no es política. Puede que la política se sirva de estos ideales. Pero eso es otro asunto. Sanders no encarna al sistema político americano. Más bien es esta rara y fresca excepción que a contrapelo levanta su voz para de alguna manera traer algo de razón a la vorágine política.
Sus ideas no son del partido demócrata, ni del sistema de primarias norteamericano. Sus ideas son metas universales que traerían justicia y paz a quienes logren alcanzarla. 
Quizás hemos perdido la sensibilidad. El cinismo ha anquilosado nuestra capacidad de idear soluciones. Nuestra dependencia a satisfacer gustos particulares e inmediatos nos hace propensos a preferir los espejismos. Somos nosotros, los que en nuestra madurez abandonamos los ideales, no por imposibles, sino por difíciles. Y entonces, después de varias derrotas, nos sentimos con la autoridad de desalentar a los jóvenes que tienen el ímpetu y la ingenuidad necesaria para realizar cambios maravillosos, de modo que lo antes posible se conviertan en nosotros.

domingo, 15 de mayo de 2016

Crisis en la pincelada verde....Puerto Rico.



Vivo en lo que alguien describió entre letras como “una pincelada verde en el mar”. Ese mismo trazo, libre alguna vez, se convirtió por la violencia y la avaricia en un botín de guerra repleto de descalzos y unos pocos encopetados.

Luego comenzó una empinada peregrinación por los desfiladeros de la identidad. La hégira no fue voluntaria. Y la ruta tomada fue una imposición que no estuvo ajena al llanto, ni al chantaje de un bombón. Hemos marchado hacia “las ventajas y prosperidad de la esplendorosa civilización” dando vueltas, extraviados, en el estrecho batey del coloniaje.

Entre el principio y el final, (que nunca sabremos a ciencia cierta cuándo fue uno o cuándo será el otro) mantenemos el debate sobre cuál debe ser nuestro destino correcto. Si no actuamos, a la decisión sobre ese destino no arribaremos por un consenso entre semejantes, ni tampoco democráticamente. Puerto Rico no ha gozado de una verdadera democracia desde que atracaron los que se adjudican ser los defensores y propulsores de esta. Antes tampoco. Por eso, desde 1898 nunca abandonamos nuestra condición de botín. Las estadísticas de la historia así lo comprueban. Como colonia, el utilitarismo decimonónico condujo las arbitrariedades que acondicionaron a gran parte de la ciudadanía. Aprendimos a saquearnos entre nosotros mismos porque otros nos dieron el ejemplo, y muchos paisanos decidieron seguirlo.
Y ahora que la vida nos pasa la factura, una marejada de confusión es desatada para que permanezcamos sumidos en el mismo miasma. Por un lado, quienes dieron el ejemplo al rapiñar, porque tuvieron y tienen el poder, amenazan con la misma bota de la macarra ocupación de 1898. Y los que acá se aliaron atándole los cabetes al infame calzado, que nunca fueron pocos, también pretenden mantenerse en el exfolio a cambio de su acostumbrada comisión.
En esta terrible encrucijada cívica,  se requiere todavía un torrente abrasivo que vaya limpiándonos la ceguera. No será antes cuando podamos emprender el desafiante trayecto hacia un nuevo destino. Y no por nuevo necesariamente será mejor, hasta que pongamos el empeño en adecentar la conducta propia, y la administración pública. Dentro de esa coyuntura siempre habrá varios bandos. Ojalá sepamos identificarnos con el bando correcto.