jueves, 19 de mayo de 2011

De cómo perder el sueño o quedarse dando vueltas mientras se intenta.

Llevo días que no concilio el sueño. La oración parece el verso de un poema. Mas nada tiene tanto parecido a una pesadilla como una noche de vigilia involuntaria. Es como estar sumergido en aceite. Nunca logras flotar. Y respirar ya no importa.

Grafica Leonardo Rodriguez
Entonces te vas a las razones. Y en un inventario irregular haces acopio de tantas cosas. Como si entre uno y el sueño reparador hubiera un extenso interrogatorio que te mantiene en vilo. Una concatenación de selecciones múltiples que de momento parecen claras y luego se hacen borrosas. Como si alguien te susurrara al oído “ya llega el sueño, a pasitos sigilosos”. Pero no. Es la intranquilidad la que te estremece con un coscorrón. Tus ojos cansados parecerían sostenerse al borde de un abismo oscuro y es allá abajo a donde se ha ido tu sueño. Bostezas. Pero se hace imposible lanzarse al vacío del olvido. El tiempo, que no es más que uno, es una incómoda paradoja con su movimiento lento y rápido a la misma vez. Lento, como el sufrimiento. Rápido, como una mala noticia. En fin, que te preguntas una y otra vez cuándo se apartará el insomnio y te asombras de lo tarde y temprano (otra paradoja) que es.

Los ojos arden y el cansancio se vuelve un camisón de plomo. Repasas una y otra vez los asuntos pendientes: esos que no importa lo que hagas solo se solucionan cuando ya no estés ni dormido ni despierto. Y regresa el recuerdo. Y te interrogas en un despiadado allanamiento a ti mismo. Ves razones y más razones para mantener los ojos abiertos.

Supongo que existe una cofradía de insomnes que nunca se ven las caras. Y se me ocurre que si se vieran, dormirían muy tranquilos.

lunes, 16 de mayo de 2011

Casualmente... esa canción.


Fue todo una casualidad. Una alineación de casualidades, comenzando por el viernes trece y la decisión de irme a la montana. Mi adorada montaña. La que para llegar se deja manosear el cuerpo. La de los verdes profundos. La que huele a fresco con el aderezo de una pertinaz lluvia que no se conforma con perfumarlo todo. Fue toda una casualidad. Fue una casualidad la Luna. La Luna en esa lucha por sostener su brillo entre la niebla. Y la música. Una conjunción de casualidades.  De dulces casualidades… y amargas también.

Ya en el monte escucho Bridge over troubled waters, interpretada por el único capaz de cantarla como si fuera una pieza fuera de este mundo, Elvis, El Rey. Otra casualidad. No, no es casualidad que cuando escucho esta versión, entre el monte, la lluvia y una luna resignada a no robarse la función, se me humedezcan los ojos. Tampoco es casualidad la helada caricia de esta montana. Casualidades. Perversas casualidades. Nadie tiene la culpa. Don’t Be Cruel. Es solo el nombre de la próxima canción. Y otra casualidad que la interprete el Rey. Habría que estar ahí para entenderlo. Pero antes de que comience la otra pieza, Memories. De momento comienzo a creer nuevamente. No sé por qué. Y sin que nadie lo invite, Eric Clapton canta Laila, ese himno a la única otra patria que existe en este mundo… 

viernes, 13 de mayo de 2011

Fiebre

En estos momentos donde presiento que mi salud quebrantada está en esa encrucijada típica en que bacterias, gérmenes y virus se preguntan si me matan o me obsequian un chance, comienzo  a ver el mundo y la vida desde otra perspectiva. Por ejemplo, ¿qué letra luce mejor en un obituario: ¿helvética o cursiva? Y si fallezco, ¿iré a parar a las estadísticas que reportan el alto índice de los que mueren de repente o por causas naturales? ¿Existirá la vida en el más allá?  ¿De existir, será más sabrosa que la del más acá? Porque, les confieso, en cuestión de vida o muerte, parecería que la frase esa “the grass is always greener on the other side” cobra relevancia extrema. Admito que las medicinas me tienen atontado. Creo escuchar voces. Y  a veces no sé si estoy dormido o despierto.
De hecho, he comenzado a ver la vida de un modo tan distinto que hasta creo que estoy alucinando. No sé si se debe al efecto de la fiebre. Y aunque  no me lo crean, en mi momento de mayor febrilidad  les juro que Osama Bin  Laden estuvo en mi cuarto.  Cuando uno tiene fiebre puede tener episodios de desorientación. Pero Bin estaba ahí.  De frente, sentado en la silla del escritorio. Con salwar qameez y todo… Alrededor de su cuello pensé que llevaba una kufiya. Pero no. Eran algas enredadas en su pescuezo y le daban un toque muy contrastado. Siendo él un hombre de desiertos, tenía un talante de marinero que no le favorecía.  Llevaba puesto un gorro pastún de color blanco. Bueno, no tan blanco, por causas ajenas a su voluntad se veía bastante manchado. De rojo.
Levante la vista y le di la bienvenida.
-Qué te trae por aquí Obama, digo Osama… perdón, se parecen algo! No físicamente, no, en el nombre digo. Bueno, aunque hay que reconocer que los dos son altos y tienen un trasunto. Je je. Digo, según dice Sarah Palin y Donald Trump.  Además, tengo fiebre sabes, y cuando se está febril puede uno cometer muchos disparates… Has estado tu febril alguna vez?”
-Casi todo el tiempo Al Cesar; realmente soy un “fiebrú” de la jihad y de los mojahedines - dijo él con media sonrisa de ganchete.
Yo, como no sabía si estaba alucinando, decidí como dicen en Madrid “go with the flow”.
 -Yyyy ¿qué es la que, Bin?- le pregunté convencido de que en cualquier momento el siniestro Sr. Laden desaparecería del mismo modo en que llegó.
-Estaba aburrido. Estaba solo. Más aburrido que una ostra.- me dijo.
A lo que yo le riposté –Bueno,  creo que el hecho de que te hayan tirado al mar explica algo de eso. Pero cuéntame chico, ¿cómo llegaste hasta aquí?-.
Se sonrió y los ojos se le achinaron –Nadando- dijo.
–Que chiste más bobo. Me refiero a cómo te ha tocado vivir del modo que lo has hecho al punto de que el mundo esté tan revuelto gracias a ti- insistí.
-Pero, Al Cesar, el Mundo siempre ha estado revuelto. Yo solo buscaba hacer un mundo mejor a mi manera-   dijo
-Pues permítame decirle mi amigo que usted se equivocó “big time”, sabe. Creo que cooperaste para hacerlo bastante más inmundo de lo que ya estaba- le expresé.
Bin Laden bajó la mirada y sin subirla suspiro profundo. –Sí, ahora que lo mencionas, creo que tienes razón. Ahora puedo verlo con bastante más claridad-
-Buen momento para verlo con más claridad. Desde el fondo del mar.- recriminé. –Qué hubieras hecho distinto- le pregunté.
-Pues te diré que sólo una cosa.-  Pregunté inmediatamente que cuál era esa “cosa”.
–Debí haber actuado con mayor sensibilidad-
-Interesante. Pensé que el Corán tenía eso. Acaso no eres un defensor de lo que postulaba el Profeta Mahoma-
- ¿Acaso ustedes los cristianos no profesan al profeta Cristo?-
-Ah, tienes un punto. Y cuéntame, qué quieres decir con eso de actuar con sensibilidad, ¿por qué ahora?-
 -Nunca es tarde para enmendar. Al Cesar, la sensibilidad  es la propensión natural del hombre a dejarse llevar de los afectos de compasión, humanidad y ternura. Y ahora que he tenido que estar en el fondo del mar-
Ahí le interrumpí y como un latigazo le dije –Tocaste fondo literalmente pai!-
Bin levantó los ojos con una mirada fría que luego se volvió comprensiva. Yo por si acaso le dije “tengo fiebre, recuerda”
-Todos hemos tocado fondo en esto.- dijo con solemnidad monástica, a lo que no pude resistir comentar que era verdad.
-Al César, la sensibilidad va más allá del Corán, la Biblia, Mohamad, Cristo o Krishna. Las religiones poco tienen que ver con la sensibilidad aunque pueden, en unos aspectos gravitar sobre esta. Ni siquiera se requiere tener fe en una religión para ser sensible. Ahora que soy un muerto insepulto me percato de ello-
-¿Cómo que no tiene que ver con las religiones?- le pregunté, acomodándome en la cama para verle mejor, a pesar de que estaba convencido de que era una alucinación.
-Te acuerdas del ojo por ojo, está en un texto bíblico como un elemento de reparación. Pero cuando hablo de sensibilidad me refiero a ese ejercicio muy simple que sin embargo, a pesar de su imperceptible inmensidad puede darle un vuelco al curso de nuestras vidas. La sensibilidad tiene un componente de solidaridad que es muy humano. Por ejemplo, la sensibilidad puedes sentirla hacia los que nos rodean. La sentimos por personas –parientes o amigos- e incluso por nuestras mascotas. Y hacia muchos otros también. Esa solidaridad también entraña entendimiento. Tenemos que intentar, como cuestión de humanidad, tratar de entender a los demás. Tenemos que extender nuestros afectos al resto de las personas y en lo posible dejar que nuestra ternura, guíe el modo en que nos relacionamos con los otros-
-Eso no es lo que has practicado. Sino todo lo contrario-
-Nada evita que empiece a practicarlo-
-Ejem ejem, bueno, Bin, vamos tampoco así, que te acaban de limpiar el pico, te han tirado al mar y estoy seguro que estoy alucinando. Desapareces en cualquier momento y zaz!.
-Sí, estas alucinando. Y más alucinante es que quien me “limpia el pico” como tú dices, es el Premio Nobel de la paz. ¿Qué puede ser más alucinante que eso?
-Bueno, ¿que digan que te encontraron en una mansión de millón de dólares? Perdóname, pero aquello era una ratonera de cantazo con tremendo patio. ¿Mansión? Un carajo -
 -Al Cesar cometí  voluntariamente horrores. Y cualquier castigo, ante los ojos de muchos, no sería suficiente para mí. Así de mi lado, hay quien piensa igual, que no hay castigo suficiente para los que me lincharon. Y es precisamente esta adversidad la que me hace pensar que ambas partes tienen que, más que ceder, darse cuenta que sus posiciones son incorrectas. Si mi gente ve la presencia de una fuerza extranjera, como algo inaceptable, lo más probable es que haya resistencia. Y dicha resistencia no será ni convencional ni diplomática. Si lo fuera, no sería resistencia. De otro lado, si dices que vienes a ayudar a mi gente y a mi pueblo, por qué vienes armado hasta los dientes?  ¿Por qué vienen tus generales y tu maquinaria de guerra? Y si tengo que enfrentarte por tus afrentas, ¿cómo se supone que lo haga, ante tan desigual poderío? Estas preguntas no las hago para justificar la violencia. Esa ya la he practicado y he sido víctima de ella también. Las hago para abrir el entendimiento.
- Pues no creo que jugando a Nemo puedas hacer mucho. Si te sirve de consuelo te diré que no estuve de acuerdo con las invasiones ni ocupaciones militares mientras nos decían que se trataba de hallar contigo. Sobre todo en países que, como estados, no se han metido con mi país. Lo que me lleva a preguntarte, cómo es que pudiste cometer esos horrores voluntarios de los que hablas, si hasta pareces un tipo común y tranquilo.-
-Y lo soy. Solo que decidí tomar la “justicia” en mis manos. Y he pagado un precio muy alto por ello. Pero, por otro lado, los horrores cometidos por mí se hicieron desde un fanatismo execrable. Lo que hice u ordené hacer no fue lo correcto. Y lo reconozco aunque insistas que es muy tarde.  Creo que vivir escondiéndome por más de 14 años y morir acribillado fue una consecuencia a mis actos pasados. Con eso tengo que vivir.-
-¿Vivir?-
-Sabes a lo que me refiero. No creas que me agrada la fama que llevo. He dejado un lúgubre legado a mi estirpe; y ahora me entero que mucha gente ha estado de acuerdo con mi ejecución. Y ahí está mi verdadero y perturbador triunfo, del que no siento orgullo para nada: que el odio rebase cualquier consideración de respeto por los principios de civilidad. Quizás era necesario que yo existiera.  Quizás fue necesario que hubiera todas estas muertes. Quizás,..”
-Quizás debiste haberte olvidado de tus rencores-
-Al César, las razones para mi existencia y mis actos son complejas y te puedo decir que algunos sistemas de gobiernos en el mundo, inspirados en una rapacidad que no tiene límites, realizan transacciones al margen de millones de personas y de sus ciudadanos. La gran mayoría de las veces, las acciones de los gobiernos tienen un impacto positivo exponencial para unos pocos y a la misma vez, en detrimento de muchos. ¿Acaso, entre la gente que conoces, hay alguien que viva mejor después de la guerra contra el terrorismo?   ¿Acaso hay menos mendigos, menos niños que se acuestan con hambre?  ¿Acaso tu lucha cotidiana se ha vuelto más llevadera? ¿O tu futuro, luce más halagador? ¿Cuándo fue la última vez que te consultaron para endeudar tu porvenir y el de tus descendientes?
-Me haces pensar Bin.-
-Sí. Te hago pensar. Menos mal que soy una alucinación. Hay algunos gobiernos a los que no les importa el sufrimiento de nadie. Son algo así como un grupo permanente que se reparte lo bueno de la vida en cantidades groseras. No les interesa que la mayoría tenga una vida decente. Te arrastran a un conformismo inusual. Y lo que es peor, consideran que su forma de vida y el modo de ellos hacer las cosas, es la única que debe imperar a lo largo y lo ancho de planeta. Es como único pueden procurarse su posición en la comunidad. Se empeñan en cambiar costumbres y actitudes que realmente no perturban ni hacen daño a nadie. Es duro que te quieran imponer un modo de vida. Es duro que te categoricen como un salvaje, un fanático o un delincuente, cuando tus acciones pretenden reivindicar lo que eres. Ciertamente los seres debemos evolucionar. Pero no creo que la evolución vaya paralela a que me obliguen a comprar en Walmart. O que la democracia, al modo de Estados Unidos, entre a cañonazos en las fronteras de mi país o a mi hogar.-
-Suenas como un comunista- le dije.
-Cuando se levanta la bandera de una vida más justa y el reclamo de una representación digna y que no sean los mismos los que tienen acceso a las riquezas… gritan comunista.  No soy comunista. Soy hijo de millonarios. Y precisamente mucha gente rica de los Estados Unidos de América, contribuyó a nuestro movimiento en Afganistán para expulsar al ejercito de la extinta Unión Soviética. Ahora, soy una  persona con un modo de pensar distinto.-
-Esto requiere algo de análisis Bin. Porque no te entiendo muy bien.  A ver.  Tú abogabas por el martirio pero tú particularmente no lo hiciste. Supuestamente tu  padre era rico. Vamos, que ser mártir no es cosa que ande uno por ahí haciendo todos los días. “It is a one shot deal”. Entonces, convencías a personas que, intoxicados con el fanatismo, ponen fin a sus vidas y de paso se llevan la de decenas, cientos o miles de desconocidos; gente ajena a tu lucha; personas cuya única razón para vivir es subsistir un día más y llegar bien a sus casas con los suyos. Tus mártires no azotan a los responsables de tu sufrimiento. Sino a los que viven enajenados porque están tan inmersos en su intento por sobrevivir día a día que ni siquiera sospechan del carro bomba mal estacionado que  en un conteo regresivo hará volar a todos en pedazos.  Promueves el odio a todo lo que no es el Islam.-  en ese momento Osama me interrumpe y dice:
-Las bombas de racimo también. Al Cesar, constantemente dije estar en contra del sistema norteamericano, no en contra de su gente. La jihad que siempre contemplé es la que se lleva en contra de quienes aniquilan musulmanes inocentes. Puedes creer lo que desees. Pero en una guerra, Al César, el propósito es prevalecer a toda costa sobre el enemigo. Y esto se hace desde todos los flancos. El flanco político, el flanco de la opinión, el flanco militar y el flanco encubierto. En una guerra hay muy pocas verdades. Está prohibido revelarlas porque alertaría al adversario, o desalentaría a tu propio bando. Sé que algunas de mis acciones tuvieron consecuencias lamentables para todos. Pero te aseguro que muchas de las que me adjudicaron no me correspondían. No las hicimos nosotros. Y te puedo asegurar que en más de una ocasión, se construye el miedo y el horror desde las mismas entrañas, para justificar los actos más despreciables. ¿Quién puede resistirse aceptar un acto de venganza que a los ojos de los espectadores constituye un acto de reparación?  Ciertamente habrá quienes por su sentido ético robusto no condonarán el ojo por ojo, pero serán los menos. Y el que la opinión de una mayoría respalde tus actos, es muy importante para el sistema occidental. La historia está repleta de simulaciones… alucinaciones les llamas tú.
-Perdón, ¿de qué me hablas…? Yo vi como dos aviones se estrellaron en contra de las torres gemelas y pude – me interrumpió.
-Te hablo de que las cosas no son lo que parecen. De que ni yo mismo sé si me convertí en villano porque fue eso lo que se esperó de mí. Y sucedió lo que antes: que un aliado se convierte o es convertido en enemigo. Y que se acusa a ese nuevo enemigo de las atrocidades más feroces. Y al final cuando el polvo se asienta y puede verse lo que queda, se da uno cuenta de las mentiras y falsedades. Yo no reniego mi papel en este atribulado y violento mundo. Y no puedo renegarlo porque quizás los seres humanos encarnamos, mediante la más despiadada razón, el caos y el orden que imperan en la naturaleza. Yo sé que solo un espíritu altruista trae balance al mundo, aunque dicho balance no necesariamente implique un cambio total para todos. Pero me resisto a darle la razón a quienes nunca han aceptado sus errores y las consecuencias de sus actos. Es esa la mayor mentira, y posiblemente, la necesidad de encubrirla, lo que nos trae a todas estas guerras desconsideradas. Mis detractores nunca aceptaran que fue un error invadir Afganistán e Irak o que es un error pretender que los palestinos vivan asediados por Israel en un continuo estado de guerra. ¿Crees que los clanes Talibanes establecerían bases alrededor del mundo?-  ¿Sabes a quien pertenecen las 22 bases militares que existen actualmente en Irak?  O las siete que existen en Kuwait? Las dos de Kosovo? O las cuatro que hay en Italia? O las 35 bases y puestos en Korea? O las 5 que hay en Arabia Saudita? O las 9 que hay en Japón?
-¡Malditas drogas Osama!...ahora estoy más confundido. No sé si estoy enfermo, si las medicinas me han drogado, si la fiebre me hace alucinar, o si estoy soñando.-
- Todas esas bases son norteamericanas. Y hay decenas adicionales alrededor del mundo. Desde ellas se han hecho intervenciones en muchos países. Sabes cuántas bases miliares extranjeras hay en Estados Unidos y sus territorios? Cero. ¿Te gustaría una base militar de alemanes, rusos o sauditas en tu tierra? ¿Le extenderías un recibimiento hospitalario? Te felicito, si puedes aceptar eso.
¿Puede todo un imperio declararle la guerra a una idea o a un solo hombre Al Cesar?  Este imperio se ha concentrado en destruir un símbolo, más no las razones para que millones, sí Al Cesar, millones, acojan la esencia de lo que yo alguna vez representé. Esas razones las ocultan y las reniegan, pero laten con fuerza. Si no existe la sensibilidad para comprender todo lo que puede ocasionar esa desigualdad de poder, nunca dejarán de existir gente dispuesta a establecer balances. Pueden ser árabes, persas, musulmanes, chinos quizás; y bien pueden serlo de cualquier otra denominación religiosa o política.-
-Al Cesar- continuó  -cuando fueron por mi, buscaban un criminal. Un criminal de guerra si lo prefieres. Y sé que mucha gente, incluso musulmanes, vio con buenos ojos mi cruento destino. Pero te diré, que en el momento que un pelotón de hombres armados entró a mi morada y dejaron un sanguinolento y doloroso tracto, no estaban haciendo justicia. Se adherían a mi filosofía de odio, a mis estrategias a mis tácticas, al único modo en se hace la guerra. Cruel y despiadadamente. Cuando me privaron de un juicio, cuando me privaron que se me juzgara civilizadamente, volví a ganar, y el mundo empeoró un poco más.-
En ese momento, abrumado por toda aquella visión y su discurso, cerré los ojos por unos segundos. No sé cuántos. Respiré muy hondo. Sentí los latidos de mi corazón. Supuse que el tempo de los palpitados era acelerado y arrítmico. Escuche el eco de la mar de disparates que imaginé oír, porque, obviamente todo aquello era un deslumbramiento de mi delirante imaginación.
Cuando abrí los ojos Osama ya no estaba.  Pero mi felicidad no fue completa. Frente a mí un hombre con chaqueta color gris plomo y corbata estampada azul marino, ojos verdes grisáceos y cabellera marrón estaba sentado en la misma silla que Osama había ocupado por un buen rato. Como aguardando por su turno. Mostraba media sonrisa y parecía agradable a pesar de que su frente presentaba un escalofriante orificio.  Batí mi cabeza rápidamente hacia ambos lados como para alejar esta nueva visión. Pero no se marchó. Continuaba allí. Me lleve la sábana hasta mitad de mi rostro, de suerte que solo mis ojos y el tabique de la nariz sobresalían como si estuviera parapetado detrás de un escudo.
Mi voz temblorosa solo pudo hacer una pregunta: ¿Presidente Kennedy?

martes, 3 de mayo de 2011

Realidades

"Justice," Barack Obama called his death. In the old days, of course, "justice" meant due process, a court, a hearing, a defence, a trial. Like the sons of Saddam, Bin Laden was gunned down. Sure, he never wanted to be taken alive – and there were buckets of blood in the room in which he died." Robert Fisk, The Independent.


Hace unas horas el nieto de una reina de occidente contrajo nupcias y atrajo las miradas de medio mundo. Beatificaron a un ser humano elevándole a rango de santo. Y en Libia un proyectil teledirigido de la OTAN asesinó al hijo y a tres nietos de un dictador. Realidades.
Y la OTAN continuará bombardeando. Alegan que el proyectil no iba dirigido a los civiles. He escuchado esas historia muchas veces en los últimos 30 años. Y me cuesta mucho pensar que haya gente que se lo crea. De todos modos ¿Cuál es el propósito de un bombardeo? Luego nos dirán todo eso a lo que nos tienen acostumbrados: vamos por la libertad, por la justicia, por los derechos humanos. Boom! Otra bomba destroza civiles, calles,  propiedades, infraestructuras que costaron sudor y lágrimas a otras generaciones. ¿Qué justicia hay en todo esto?
También nos llega la noticia de que mataron al terrorista Osama Bin Laden. Muchos celebran como cuando se gana una lotería. Y me pregunto, ¿acaso no hay una cadena de mando cuando de hacer la guerra se trata? Por eso la oportuna aclaración de Obama, cuando afirma que no hay una guerra contra los musulmanes. Occidente necesita esa aseveración.  Y también por ello, automáticamente, todas las embajadas de Estados Unidos refuerzan su seguridad. La consecuencia es impredecible. ¿De verdad toma diez años, miles de vidas y un trillón de dólares matar a Bin Laden?
 Sería maravilloso que con el fallecimiento de Bin Laden -y todo lo gastado- terminara la “Guerra contra el Terror”. Pero ¿qué de los herederos del odio? El que perdió a su padre, a su hermano, a sus hijos; el que perdió una extremidad, la vista; el que quedó huérfano, el que vio su pueblo devastado por las bombas… ¿acaso no son éstos los Bin Laden del futuro? Qué de aquellos entrenados para servir en un bando y que luego se sientan traicionados. Está ocurriendo a lo largo y lo ancho del Medio Oriente. Y qué de las tropas desplegadas en las latitudes, en pueblos que no comprenden las razones ni hallan justificación para tener un ejército extranjero dentro de sus fronteras. Hay luz al final del túnel y la provoca otra bomba.
Lamentablemente no encuentro razones para optimismo.  Y no las encuentro porque desde hace casi veinte años hay intervenciones sangrientas en el mundo árabe.  Hay una deuda muy alta que muchos fundamentalistas musulmanes –supongo que entre mil quinientos millones de creyentes existen bastantes extremistas- no están dispuestos a condonar.
Escuché a Hillary Clinton, Secretaria de Estado, lanzar una advertencia a los talibanes. Les pide que se unan a procesos pacíficos. Viniendo esto de un país que ha estado en todas las guerras de los últimos doscientos años ¿Qué credibilidad puede dársele? No se está pidiendo paz en ese mensaje, aunque la palabra conste en la expresión. Se está pidiendo sumisión. Y la sumisión crea rencores. O sí. Profundos rencores. No es que esta guerra no se pueda ganar. El estado perenne de beligerancia en el que nos tiene sumido occidente es de por sí la mayor derrota. ¿Terminada la Guerra Fría, qué ha sucedido en el mundo para que no haya paz? Es una pregunta retórica.
“El mundo es un lugar más seguro” dice el presidente norteamericano tras la muerte de Bin Laden. Recuerdo que alguna vez leí que la Primera Guerra Mundial era necesaria para acabar con todas las guerras. Aguardo con mucha preocupación las próximas razones y excusas que nos darán para continuar en ellas. Sé que los del otro bando, tienen las suyas. Esa es otra realidad. En cuanto a que el mundo es más seguro…me pregunto si Bin Laden y su esposa tuvieron tiempo de comentar sobre la boda real.