viernes, 26 de noviembre de 2010

Viernes Negro

Este tipo de viernes nunca tuvo mejor nombre. Viernes Negro. Así con nombre y apellido. Veo fotos de hordas de gente a galope como si huyeran de un desastre natural o como si fueran perseguidos por un poder superior. De repente me doy cuenta que por ambas razones, precisamente, es que corren llenos de emoción hacia el interior de una mega tienda, cualquiera que esta sea. Y es un desastre ya natural el que la gente salga de compras como si el mundo fuera a terminar. Y ciertamente es un poder superior aquel que los conduce hasta cualquier comercio y en un insomnio irracional, aguardar por elevar a elixir el acto de comprar.  Frenética es la lucha para adquirir un instante de alegría, y muy dudosa la transparencia de buena parte del comercio. Lo que me recuerda que mucho, o poco, pueden costar las cosas, pero de algo estoy seguro: la felicidad es gratis.

martes, 23 de noviembre de 2010

¿Cuál es tu pasión?

Entro a uno de esos bancos que como Cristóbal Colón llegaron colonizándolo todo. Una vez en el vestíbulo de la institución, acceso una fila con alrededor de doce personas, en una parsimoniosa caminata que de vez en cuando y uno a uno se aproxima a la dependiente en caja. Eso de contar dinero ajeno debe ser un oficio que pone la carne de gallina. Aguardo y bajo la congénita condición que me impide estar quieto, miro al techo, miro a la gente, leo sus rostros, veos sus manos, observo sus zapatos, atisbo a los oficiales del banco hasta que encuentro un letrero ramplón, con aires publicitarios de bajo presupuesto, y al por mayor -en consideración a las muchas sucursales donde deberá estar expuesto, supongo- que dice, o mejor dicho nos pregunta ¿Cuál es tu pasión?


Una pregunta así de simple requiere una respuesta escueta. No es la escueta respuesta, sin embargo, una determinación o conclusión sencilla. ¿Cuál es tu pasión?
Y ya que la fila no daba señales de moverse a un ritmo que podamos describir como “apasionado”, le di pensamiento a la pregunta y terminé donde siempre termino desde hace unos cuantos años a esta fecha. Llegar allí, a esa respuesta que me amarra el pecho desde hace un tiempo, volvió a contrariar mi momento. En mi imaginación prometí escribir algo al respecto.


Me figuré el momento de batirme con las letras y el papel; busqué la definición de la palabra pasión. Aprendí que su origen es griego, como las tragedias, (πáάθος) y que luego algún pasional romano - no sé si por estar en alguna fila- la incorporó al latín (passĭo, -ōnis). Y entonces procedí a leer cada una de las definiciones:


1. f. Acción de padecer.
2. f. por antonom. pasión de Jesucristo.

ORTOGR. Escr. con may. inicial.
3. f. Lo contrario a la acción.
4. f. Estado pasivo en el sujeto.
5. f. Perturbación o afecto desordenado del ánimo.
6. f. Inclinación o preferencia muy vivas de alguien a otra persona.
7. f. Apetito o afición vehemente a algo.
8. f. Sermón sobre los tormentos y muerte de Jesucristo, que se predica el Jueves y Viernes Santo.
9. f. Parte de cada uno de los cuatro Evangelios, que describe la Pasión de Cristo.
~ de ánimo.
1. f. Tristeza, depresión, abatimiento, desconsuelo.


Con definición en mano me di cuenta que no me equivoqué cuando, ante la pregunta sucinta y directa ¿Cuál es tu pasión?, supe mi escueta respuesta. Una respuesta a la que se llega no sin antes vivir sus complicaciones. La respuesta que tiene nombre y que pronuncio todos los días de mi vida de un tiempo a esta parte y con quien entablo conversaciones sin siquiera estar presente; en las malditas mañanas; en las noches oscuras; en el almuerzo; en las comparsas donde la soledad se hace más cruel, porque hay tanta gente menos una. Y entendí que no puede haber otra pasión en mi vida que se haga de las definiciones tan a la medida. Por algo es mi Pasión.


“Señor, que cómo puedo ayudarlo” Sin darme cuenta estaba detenido en la ventanilla de servicio. Una joven de talante delicado se debatía entre gritarme y tratarme con cortesía ante mi embelesamiento que, de paso, retrasaba toda la fila. Realicé mi trámite aturdido. Como quien recién levantado y sin tomar una taza de café, pretende resolver la sucesión de Fibonacci. Y antes de salir del banco pude darme cuenta de que, así como una fila parecería inexistente al abstraernos en nuestros pensamientos, una pasión puede robarnos mucho de nuestras vidas.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Entre violadores...

No es que no lo crea incapaz de hacerlo, pero sería una estupidez que lo hubiera hecho. Julian Assage lleva auto de detención en su testa, por presunta violación y agresión sexual. Es hasta poética la imputación, si se considera que Assage debería saber cómo se cobra en el oficio de divulgar la verdad y violar secretos. La vida es el rubro, y la cuenta corriente de Assage es muy fina.

Luego de revelar miles de documentos del Pentágono antes de que siquiera alguien estimase propios para desclasificarlos, Julián se ha convertido en un tipo de Enemigo Público Número Uno de los Estados Unidos y sus circuitos de inteligencia, que son muchos y poderosos. Se dice que en el Pentágono un grupo de más de cien personas trabajan día y noche para “reparar” lo que las acciones de Assage impacten. Una división de inteligencia que se encarga de desacreditar verdades.

El fundador de Wikileaks, portal del internet que delata y publica los desmanes de los gobiernos, es un animal al que de momento se le ha declarado en temporada. No dudo que cazadores de lenguas sofistiquen mil modos de hacerse de este hombre que, de algún modo, acertó un golpe a las mentiras y la propaganda. Cuando te metes con ellos, te metes con toda la manada. Y son varios los países que tienen las yemas de sus dedos ensangrentadas.

Ahora resulta que a Julián se le acusa de violador. En Suecia. Claro, además de haber violado el velo bajo el que se esconden las mentiras sobre las que cimientan guerras. Haber violado el malévolo código de la discreción sobre el abuso institucionalizado y rapaz. Haber violado la pírrica paz del mundo, que excluye a los demás. Y no es que dude, como dije antes, que Julián Assage haya podido violar a alguien. Tampoco dudo que quienes conocen tan bien el oficio de violar vidas y pueblos tengan la medida exacta para ajusticiar a este rebelde con causa. Después de todo, como dicen quienes se han dado a la tarea de cazarlo: It takes one to know one. O como lo decimos en castellano: el ladrón juzga por su condición.