
Se voltea de un zarpazo sobre la cama, e inicia la extrapolación de sus extremidades hacia el piso. Las losetas están frías y se sienten agradables en la planta de sus pies, más frías aún. Como si levitara, como si se acostumbrara nuevamente a caminar, un ligero desequilibrio le incita hacia la izquierda; al dar su segundo paso, el mismo desequilibrio le lleva a la derecha. Así sucesivamente y más o menos, como un péndulo que deambula en línea recta. Empujó la puerta del cuarto de baño, y se fue derechito a la poceta. Dio un movimiento lateral al lado opuesto de su corazón. Luego se inclinó hacia el lavamanos. Lentamente, su mirada que está fijada al desagüe del lavado, va en ascenso; sube por la porcelana blanca del aguamanil, recorre los grifos, luego las losetas de color crema adheridas a la pared, hasta encontrar el espejo. Un pánico a lo inusual lo golpea.Volteó de súbito y observó hacia la cama. Con ganas de llorar regresó la vista al espejo. Al tropezarse con aquellos ojos, se dio cuenta que ese día jamás despertaría.