

Kite Runner y El Orfanato. Tengo una amiga que jamás podrá ver estas películas. No porque sean malas. De hecho son muy buenas. Mi amiga, madre de un pequeño a quien llamé alguna vez mi amigo más joven, se resistiría a presenciar cualquier film que suponga el abuso de un menor. Y algo de eso existe en ambas cintas.
Kite Runner se desarrolla primero en Afganistán para luego terminar en América. Confieso que alguna vez tuve el libro escrito por el médico afgano Khaled Hosseini, mas no tuve la perseverancia de leerlo completo. Quienes si la tuvieron describen la película como una fiel adaptación de la novela, aunque siempre hay uno que otro quejoso. A juzgar por lo visto en la pantalla, y las reacciones del público en la sala, Marc Foster, director del film, logró una buena pieza de la que solo he escuchado halagos. Súmese ahora el mío.
La obra, narra la vida de un inmigrante afgano y la relación con su mejor amigo de la infancia. Afganistán antes de la ocupación rusa, durante la ocupación rusa y luego, bajo el régimen islamita talibán, es el escenario. Uno de los chicos emigra con su padre a Estados Unidos, el otro permanece en el atribulado país. Sin embargo, estas épocas y geografías solo sirven para darnos la idea de tiempo y espacio sin necesariamente llevar al film a las fronteras de un panfleto.
Kite Runner es una historia de valores universales, pecados y redención. Amir (Zekeria Ebrahmi) y Hassan (Ahmad Khan Mahmidzada) comparten un mismo techo en una sociedad de castas. Son amigos inseparables pero de personalidades distintas. Hassan es un niño noble, astuto y valiente; Amir es sano, inteligente y pusilánime. Y en esa simbiosis propia que ocurre entre amigos durante la niñez, sucede un desafortunado incidente en el que cada uno de los niños ratificará su personalidad. Hassan, fiel y leal a la amistad, soporta su destino con valor, mientras que Amir, acobardado por lo ocurrido, y luego perseguido por el remordimiento, reniega de su amigo. Luego, la inmigración forzada separaría a los chicos aún más. El destino de cada uno sería muy distinto. Un buen día, ya de adulto, Amir (Khalid Abadía) tendrá que confrontar aquel pasado nuevamente y la oportunidad de actuar como lo haría un verdadero amigo. El dilema es si se atreverá.
Las actuaciones son de primer orden. Los diálogos son en dari una de las dos lenguas de los afganos (el otro idioma es pashtu). En ocasiones hay conversaciones en inglés. La ambientación es convincente. La fotografía pragmática; el guión excelente, la dirección es de calidad. Es en definitiva una buena pieza de cine con capacidad de quedarse en la memoria por mucho tiempo.
Por otro lado, El Orfanato, pertenece al género del terror. Dentro de este género que tanto depende de los efectos especiales la cinta sobresale por el uso de los elementos clásicos. En El Orfanato, el guión, las actuaciones, el sonido, la dirección de arte, el encuadre y movimientos de cámara y la edición nos recuerdan que el buen cine es principalmente un medio y un modo de contar una historia. En esto la cinta se distingue formidablemente.
El film es la opera prima de Juan Antonio Bayona y una producción de Guillermo del Toro, quien ya nos sorprendió con El laberinto de fauno.
Laura es una mujer que se crió en un orfanato. Años después casada y con un hijo adoptado, regresa a la antigua casona en que creció con la intención de establecer un centro de cuido de niños minusválidos. Su hijo Simón comienza a inquietarla con misteriosos juegos que suponen una presencia metafísica. Tomás, el ilusorio de Simón, no es meramente producto de su imaginación. Arrojada por la sospecha, Laura se inmiscuye en los juegos de su hijo. Cual no será su sorpresa cuando conozca los enigmas que encierra la casona, el viejo orfanato y su propia memoria. La cinta hace referencias a ese clásico de la literatura Peter Pan. La evocación no es sino la brecha que nos conduce entre tenebrosas sensaciones a los misterios de un destino más allá de la ultratumba. Descubra la cinta, le aseguro que le mantendrá al borde del asiento.
Kite Runner se desarrolla primero en Afganistán para luego terminar en América. Confieso que alguna vez tuve el libro escrito por el médico afgano Khaled Hosseini, mas no tuve la perseverancia de leerlo completo. Quienes si la tuvieron describen la película como una fiel adaptación de la novela, aunque siempre hay uno que otro quejoso. A juzgar por lo visto en la pantalla, y las reacciones del público en la sala, Marc Foster, director del film, logró una buena pieza de la que solo he escuchado halagos. Súmese ahora el mío.
La obra, narra la vida de un inmigrante afgano y la relación con su mejor amigo de la infancia. Afganistán antes de la ocupación rusa, durante la ocupación rusa y luego, bajo el régimen islamita talibán, es el escenario. Uno de los chicos emigra con su padre a Estados Unidos, el otro permanece en el atribulado país. Sin embargo, estas épocas y geografías solo sirven para darnos la idea de tiempo y espacio sin necesariamente llevar al film a las fronteras de un panfleto.
Kite Runner es una historia de valores universales, pecados y redención. Amir (Zekeria Ebrahmi) y Hassan (Ahmad Khan Mahmidzada) comparten un mismo techo en una sociedad de castas. Son amigos inseparables pero de personalidades distintas. Hassan es un niño noble, astuto y valiente; Amir es sano, inteligente y pusilánime. Y en esa simbiosis propia que ocurre entre amigos durante la niñez, sucede un desafortunado incidente en el que cada uno de los niños ratificará su personalidad. Hassan, fiel y leal a la amistad, soporta su destino con valor, mientras que Amir, acobardado por lo ocurrido, y luego perseguido por el remordimiento, reniega de su amigo. Luego, la inmigración forzada separaría a los chicos aún más. El destino de cada uno sería muy distinto. Un buen día, ya de adulto, Amir (Khalid Abadía) tendrá que confrontar aquel pasado nuevamente y la oportunidad de actuar como lo haría un verdadero amigo. El dilema es si se atreverá.
Las actuaciones son de primer orden. Los diálogos son en dari una de las dos lenguas de los afganos (el otro idioma es pashtu). En ocasiones hay conversaciones en inglés. La ambientación es convincente. La fotografía pragmática; el guión excelente, la dirección es de calidad. Es en definitiva una buena pieza de cine con capacidad de quedarse en la memoria por mucho tiempo.
Por otro lado, El Orfanato, pertenece al género del terror. Dentro de este género que tanto depende de los efectos especiales la cinta sobresale por el uso de los elementos clásicos. En El Orfanato, el guión, las actuaciones, el sonido, la dirección de arte, el encuadre y movimientos de cámara y la edición nos recuerdan que el buen cine es principalmente un medio y un modo de contar una historia. En esto la cinta se distingue formidablemente.
El film es la opera prima de Juan Antonio Bayona y una producción de Guillermo del Toro, quien ya nos sorprendió con El laberinto de fauno.
Laura es una mujer que se crió en un orfanato. Años después casada y con un hijo adoptado, regresa a la antigua casona en que creció con la intención de establecer un centro de cuido de niños minusválidos. Su hijo Simón comienza a inquietarla con misteriosos juegos que suponen una presencia metafísica. Tomás, el ilusorio de Simón, no es meramente producto de su imaginación. Arrojada por la sospecha, Laura se inmiscuye en los juegos de su hijo. Cual no será su sorpresa cuando conozca los enigmas que encierra la casona, el viejo orfanato y su propia memoria. La cinta hace referencias a ese clásico de la literatura Peter Pan. La evocación no es sino la brecha que nos conduce entre tenebrosas sensaciones a los misterios de un destino más allá de la ultratumba. Descubra la cinta, le aseguro que le mantendrá al borde del asiento.
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