sábado, 15 de diciembre de 2007

Leo con estupor como el mundo de las palabras sustituye en intersticios aquel otro de los actos. Las palabras se adueñan del significado. El obrar ya no es más; la palabra redefine la conducta y la moral. El actuar, independientemente de la implicación, debe verse ahora a través de un grupo de silabas malditas. Estamos ante la tiranía oficializada del eufemismo.

Por ejemplo, el congreso de los Estados Unidos, debate si envolver la cabeza de un ser humano con papel plástico e insertarle agua para crear la sensación de asfixia equivale a una tortura. Aparentemente hay ciertos aspectos técnicos que pudieran convencernos de que no lo es.
Suponemos que esta enjundiosa cuestión requiere el más comprometido de los análisis y la colaboración de la mayor erudición. Es, obviamente, un asunto de difícil trámite. Dificilísima comprensión no apta para que el vulgo la resuelva. Es el tipo de investigación que sólo pueden resolver lumbreras y pilares de la comunidad como en efecto son los miembros de la elite política norteamericana y sus asesores.
El nombre de la técnica sujeta al escrutinio de los congresistas es una joya. En ese inglés ideal para la publicidad y la venta se acuñó como "water-boarding". Traducido al español significa “el subir del agua”. La mecánica del acto consiste en colocar la cabeza del sujeto a un nivel mas bajo en relación a sus piernas, es decir, como estar acostado en subibaja con la cabeza más cercana al piso. El agua que se introduce en la envoltura plástica previamente colocada va ocupando lentamente el espacio que debiera quedar para respirar. El sujeto queda entonces bajo la impresión de que se ahoga. Es eso acaso una tortura, se preguntan los entendidos. Casi la mitad de los miembros del congreso piensa que no. Que como método para persuadir a una persona bajo interrogatorio es un recurso útil y práctico. De hecho, hay quienes convencieron a gran parte de todos los representantes de que el método funciona y salva vidas.
Por eso no merece ser denominado tortura. Por ello requiere el destacado estudio de tratadistas y doctores. Por eso se requieren miles de dólares en copias e investigaciones. Por eso el congreso, en un severo y agudo análisis, trata de determinar si “water-boarding” es inhumano o cabe dentro de lo que llaman “enhanced interrogation”. Después de todo ni siquiera usan agua hirviendo.

Qué de malo puede tener que cualquier hijo de puta crea que se asfixia. Es obvio que la sensación de asfixia no es igual a que le arranquen las uñas o le achicharren los testículos con descargas eléctricas. Mucho menos a que le golpeen repetidamente a uno el área baja de los riñones para no dejar muestras de la visita de un adusto interrogador.
El “water boarding” es tan humano como los “casualties of war” y tan razonable como el “collateral damage”. Aunque sospecho que no tan civilizado como los “non lethal weapons”. Que importa que el Santo Oficio haya utilizado en sus interrogatorios durante la inquisición procedimientos similares. O que la Compañía Holandesa de las Indias Orientales haya echado mano al método para aleccionar a los agentes de su homóloga británica; o que los kempeitai japoneses o la GESTAPO nazi la hayan practicado. Naahh. A quien se le puede ocurrir que valerse de semejante herramienta constituye un delito contra la humanidad cuando lo usan los norteamericanos. Seguramente se trata de la nueva y más divertida atracción de "Wet&Wild" Después de todo son solo cinco minutillos bajo el procedimiento. Luego te preguntan y si quieres, tu contestas.

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