jueves, 1 de marzo de 2018

RR en su laberinto.

 La estremecida institución de la gobernación, investida en el joven político Ricardo Rossello, cayó en un profundo y predecible abismo.  Neófito fuera de la academia ante trabajos que requieren capacidad para comprender la administración pública, y a la misma vez ejercer liderato, el señor gobernador es -para usar la palabra más enunciada en su administración- el más vulnerable de los políticos que alguna vez ocupó el enajenado rescoldo de la Calle Fortaleza. El gobernador está acorralado. El asedio a mi entender es auto infligido. Aunque amerita mencionar que la naturaleza lo corona, y contribuye al sitio.

Admitámoslo: RR no es un líder. Es más bien un sucesor cuyo mérito principal -como figura política- descansa en ser hijo de otro gobernador estadista. Como tal, aprovechó las ventajas de su ascendencia para ingresar al servicio público de un modo atropellado; escribió y publicó un libro en la Editorial de la Universidad de Puerto Rico con descaro, para refugiarse luego en una institución universitaria privada, donde ya estaba establecida la Biblioteca Museo de su padre. Ya libre de las responsabilidades y las reglas que tienen que observar los miembros del claustro de la universidad del estado, se agencio la estructura y a los acólitos de su progenitor para prevalecer en unas insulsas primarias. Creo que, objetivamente, pudo haberse tomado su tiempo y atemperarse al paso justo del calendario. Pero por su torpe sentido de urgencia ha hecho de su periplo uno que esta repleto de traspiés.

Se descarta que el funcionario carezca de intelectualidad pues ante su abultado bagaje académico sería más que una mentira una mezquindad. Pero a veces los títulos son intrascendentes cuando de inspirar y conducir a una nación se trata y Puerto Rico, de facto, es una. Existe un profundo vacío de liderato en el país y RR no lo puede llenar. Digámoslo de este modo. No era su tiempo. No era un hombre maduro. Y hoy, Puerto Rico paga las consecuencias de haberse dejado seducir por un joven adulto, ambicioso, pero muy verde para estos menesteres.

Una vez en campaña por la silla de gobernador, declaró que la deuda del país podía pagarse. Nadie sabe como pudo creérselo.  Proclamaba contar con un plan y reclamaba que el gobernador incumbente  había erosionado la credibilidad de Puerto Rico, cosa que él repararía. Un electorado ignorante lo eligió no tanto por mayoría sino por la fatiga de los electores, y por su parentesco familiar e institucional: RR es el hijo del Mesías. También ha sido el gobernador electo con el menor número de votos en la historia de Puerto Rico y probablemente el único emasculado de  sus poderes y prerrogativas.

Una vez electo y llegado el momento de cumplir lo que tanto prometió, no pudo hacer pagos a la deuda; trabaja para una junta impuesta por sus “fellow citizens”;  radicó la quiebra del país por conducto de la junta de supervisión y el cuerpo directivo de “la gran corporación”  le retiró expresamente la confianza. En la Isla la criminalidad, el desempleo y los números rojos de la economía son una realidad patente.  Sin llegar al año su administración está plagada de escándalos de todo tipo: sexuales, peculado, caos administrativo, violencia, prevaricación e incapacidad de ejecución. RR es un hombre capaz como estudiante, pero no está preparado para dirigir a Puerto Rico.  Los electores eligieron a un diletante. Y las consecuencias se ven en todas partes.
Recientemente ha declarado que en el 2023 habrá un superávit, falacia que sus seguidores celebran como si fuera un mantra, aun cuando saben que es improbable. Cual un Icaro portoricensis, RR se estrella cuando el Sol derrite el bordado de sus alas de mentira.

Pero RR no está solo en esta tragicomedia. Su equipo de trabajo denota una falta de profundidad y comprensión de lo que es gobierno. Una falta de conocimiento sobre la experiencia humana. Su secretario de la gobernación, su director de asuntos públicos y su asesor legal principal. Jóvenes cuyas capacidades se degradan cada vez que abren la boca. Sus comunicaciones son opacas y su contenido carece de la transparencia que de ellos se espera. Su sentido de empatía con el resto de los “mortales’ que moran en esta tierra no existe. Son uno para ellos y ellos para uno. No hay lealtad alguna para con el país, sino para el partido.

Y entonces llegó el huracán. Si bien la naturaleza puso de su parte para desenmascarar la farsa del liderato de Rosselló, también ha descorrido el velo en lo relativo a su credibilidad, prioridades y la incapacidad de conducir la reconstrucción de Puerto Rico.  Como Creta, nuestro país es una Isla, y aunque aquí Dédalo nunca construyó un laberinto, definitivamente RR ha edificado el suyo y no halla cómo salir.

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