¿Existirá algún código o una cifra que como designio divino amarre el entendimiento de dos piedras? Tal parecería ser lo que sucede con las protestas alrededor del mundo. Surgen indignados entre beduinos sin alfombras persas; entre proletarios que detectan el grillete invisible de la economía doméstica; y todos los reproches encendidos dentro de distintas fronteras caben bajo una misma bandera. Quien clama por restituir la ley y el orden parece esconder recónditamente una realidad que manifestantes portuguesas conocen muy bien. Dicen ellas: "Me parece que nuestra vida es más complicada que la de las generaciones anteriores y no tenemos que callar".
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