lunes, 3 de mayo de 2010

Barajas de Richard







Hace algo más de un mes decidí tomar un avión a Madrid. A un cuarto de siglo de ausencia, no imaginé lo que encontraría. Lo antes visto y leído realmente no se ajustaba a esa realidad fabulosa que estremeció mis sentidos en esta ocasión. En mi primer viaje tenía veinticinco años. Hoy, casi a mis cincuenta, hay mayor agudeza para disfrutar ese país. Mis sentidos se deleitaron con renovado interés por una observación mucho más acuciosa. Eso derivamos del viajar y este caso no fue la excepción. Fue una experiencia que atesoraré hasta el fin de mis días, sin implicar ni por un instante que no regresaré.

El trayecto a España, una vez oculto el sol, equivale a una sinuosa noche de insomnio. El desagravio al trasnoche comienza con la llegada a un aeropuerto internacional que recibe más de cincuenta millones de pasajeros al año. Sus instalaciones modernas -y no menos que espectaculares- son obra del arquitecto Richard Rogers, un profesional fuera de serie, responsable de la corriente conocida como Arquitectura High Tech y quien también perteneció al equipo que diseñó el no menos famoso Centro George Pompidou de Paris. El Aeropuerto de Barajas es el prefacio perfecto a un país del Viejo Mundo lleno de vitalidad que a pesar de sus asentamientos urbanos antediluvianos palpita con rejuvenecido vigor.

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