martes, 3 de noviembre de 2009

Almeida


Curiosidad por la historia es lo que me llevó a conocer –enterarme al menos- sobre la figura de Juan Almeida Bosque, el cubano revolucionario que hace unos meses se tendió en las banderas de la memoria, esas que identifican la causa. Almeida Bosque, falleció luego de sortear tantos otros peligros.
Encontrarme con su rostro de ochenta y dos años, con cara de abuelo, fue una invitación a buscar qué había tras cada uno de los surcos en su faz. Pronto encontré en un ejercicio de arqueología cibernética, decenas de fotos suyas. Almeida rejuvenecía ante mis ojos y las historias de sus proezas me condujeron a los portales de su carácter. Negro y delgado; ojos iluminados; bigotudo desde siempre, a veces de rostro barbudo y, por supuesto, siempre barbudo de corazón, cuando la barba se interpreta dentro de los márgenes que conducen a esas estampas de la Revolución Cubana, tal y como fue divulgada entre tantos impresos alrededor del mundo.
En su caso, emblemática es su frase más rotunda e histórica. El grito que le ha valido entrar en muchos libros de historia: Aquí no se rinde nadie! La frase llana y concisa fue pronunciada en ocasión de una emboscada, cuando como es de imaginar, las apuestas no favorecían jugarle a la vida. El azar, la suerte o el destino, como le quieran llamar, desbancó a la casa, y al final Almeida viviría unos largos ochenta y dos, y seguramente vivirá otros tantos en la memoria de su país. Por supuesto, mientras sea el propio pueblo cubano quien transcriba su historia.

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