
El infierno está en la Tierra. De indefinida topografía y geografía irregular, deambula entre vegas y cantones y hasta en el mismo paraíso. Puede estar en ningún lugar, en uno o en todos a la vez. No lo visitamos. Llega ya con precisión quirúrgica y solo cuando ha partido, nos damos cuenta que estuvimos en el. Nos damos cuenta no en la despedida sino en ese miserable presente que nos deja para siempre.
Benny Ocasio estuvo recientemente en el infierno. El muy rastrero disfrazado de gente le birló su hija.
Y pensar que con todo el amor del padre benefactor, allá fue Benny a comprarle una casa a su niña. El hogar seguro, el castillo para su princesa. Un piso cuyo rubro denominador conquistó a todos antes que cualquier consideración: Jardín Sereno.
En ese serenísimo aposento, sedicioso como siempre, el infierno se asomó para deleitarse en el estrago. El ujier seleccionado encontró suficiente filo sin remordimientos. Abrió los surcos y mostró el camino hacia el averno. La imperfección de su crimen atroz, dejo una vereda de sangre, conducente hacia el irremediable dolor. Luego ese infierno se marchó. A otra tierra, a otro campo, a otro jardín sereno. Benny en lo sucesivo, vivirá el eterno presente del devastador “por qué”.
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