La noticia corrió como pólvora encendida. Desde las playas hasta las montañas, de costa a costa: han acusado al gobernador; los “federicos” dieron un golpe de estado; los federales quieren influenciar las elecciones; El Pueblo de los Estados Unidos vs. Aníbal Acevedo Vilá.
Poco a poco el país dejó caer sus brazos y comenzó a prestar oreja. En cafetines, guarderías, oficinas y juzgados, todos comentaban la noticia.
Atletas, vagos, sirvientas y ejecutivos intercambiaban comentarios. Los restaurantes, no tan llenos como en otras épocas, mantenían el zumbido que ocasiona el murmullo por lo bajo. En las calles no faltó la estruendosa percusión. Enormes altoparlantes negros divulgaban música con lemas de campaña y acentuaron con tono boricua, autóctono, con folclor a “troche y moche”, nuestra más reciente tragedia pública. La oposición hacía el máximo por aparentar sosiego y no la algarabía que les hacía bailar de encanto. Poco faltó para convertir el día en otra festiva efeméride nacional.
Ciudadanos con sonrisas; compatriotas asombrados. Hubo lágrimas y bromas pesadas. Hubo quien tuvo razón para allegarse a la botella y atragantarse de ron. “Persecución política” gritan; “que renuncie” exigen. Acusación selectiva, intromisión imperdonable. Que corran los verdes, que no paren aunque sean federales. El reino de este mundo tiene garras de pájaro.
Todo un país sacudido por la noticia. Políticos aturdidos y asilvestrados. Pero a la misma vez, con una razón para la bulla; las muestras de solidaridad con vivas y hurras, barahúnda feliz y a la misma vez inconsolable. Mil interrogantes, mil respuestas y tres millones de imprecisiones. El juicio contra el “gobe”; el listo, el estratega, el corrupto, el honesto, el buen amigo, el enemigo del pueblo, el hombre de familia, el bellaco disimulado, el de los trajes caros. El daña ropa. Todo a la vez porque es un hombre alto en un cuerpo de baja estatura. Del otro lado el pliego acusatorio del imperio. ¿Y qué si es cierto lo que le imputan?
Dos días de expectativas como quien espera un cometa. Caras adustas, largas caras felices, ceños fruncidos y sonrisas a flor de labio. La oportunidad y la incertidumbre; la lealtad y la traición; el fuerte está bajo acecho y la última gran batalla a punto de exhibirse en la arena está. Conferencias de prensa en cada esquina; conspiradores en cada rincón. Analistas, no de sistemas, no de economía, analistas impúdicos. Pura desvergüenza en medio de una desesperación que como siempre entre nuestra gente es pasajera. Un dato adicional a la larga lista de eventos que nos arroban por setenta y dos horas y luego quedan rezagados en la memoria y que con toda seguridad volveremos a repetir con distinto nombre y ropaje.
Es el vudú de los federales. Agujas entre ceja y ceja. Y el tambor nuestro con bomba y plena, como el mensaje en un bosque de concreto. Hay que expiar pecados en esta colonia nuestra. Sin fiesta del té en Boston. Sin Power en las cortes. Una romería de contrastes. Es el baquiné de nuestro gobernador.
1 comentario:
Cesar:
Cada vez me asombro más de tu erudición y me entristece que no esté en el mercado una publicación de tu autoría -- aunque este medio se puede considerar como una publicación.
El Baquiné de A. A. V. es magistral. Me gustaría que los miembros de la mesa tengan la satisfacción de leerlo.
Otra vez, felicidades y sigue pa'lante.
Joe García
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