Es en las noches cuando más te extraño. Al final del día y al comienzo de una soledad. A medida que menguan los sonidos y avanza la oscuridad, comienza el retumbo de palabras que nunca he querido olvidar y me encandila el “recuerdo de tu mirada”. Es duro llegar a
sábanas desoladas. Es duro saber que ya no estás; que quizás nunca estuviste, y que tal parece, nunca estarás.
Acostado, a oscuras, delineo el mundo que debió ser. Iluso e ilusionado. A veces, enciendo la luz y tomo algún libro. Comienzo a leerlo sin apetito, como quien desea olvidar la mala racha. Logro evadir al avasallador recuerdo, aunque no por mucho tiempo. Entro en un ligero sopor… me estoy yendo. Cuando el libro se desprende de mis manos, y el ruido que provoca su caída me despierta, la noche da vueltas al reloj de arena y todo empieza de nuevo.

Acostado, a oscuras, delineo el mundo que debió ser. Iluso e ilusionado. A veces, enciendo la luz y tomo algún libro. Comienzo a leerlo sin apetito, como quien desea olvidar la mala racha. Logro evadir al avasallador recuerdo, aunque no por mucho tiempo. Entro en un ligero sopor… me estoy yendo. Cuando el libro se desprende de mis manos, y el ruido que provoca su caída me despierta, la noche da vueltas al reloj de arena y todo empieza de nuevo.
Recupero tu imagen por tiempos. Vuelvo a escuchar tus palabras; siento tu mano, vuelvo a contar tus dedos; encuentro tus ojos, recreo mi tacto, recorro tus brazos y llego hasta el cuello. Siento tu aliento en el lóbulo, y escucho cuando hablas bajito en un murmullo sensual que eriza todo mi cuerpo. Y pienso: no me hace falta dormir, puedo soñar despierto.
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