1 DE ABRIL DE 2007. DOMINGO DE RAMOS
Elpidio Collazo es uno de esos boricuas que hace la historia con sus manos. Cuenta con más de 70 años y se lamenta de lo apresurado e inclemente que es el tiempo. Esperé por él un domingo de ramos en una salita de su hogar. Durante mi espera descubrí en aquella sala pinturas suyas y por supuesto su fuerte: pájaros tallados, traídos a la vida desde la médula de un árbol o en su versión más artística, sugeridos desde un pedazo de madera de forma magistral. Su talento es innato. Y como todo artista que sabe que la capacidad de síntesis es un elemento imprescindible en el arte, adoptó el seudónimo Maboiti, palabra taina que significa tallador de petroglifos.
Don Elpidio tiene lo indispensable para maravillar. Un talante agradecido y bonachón le añade brillo a este artista autóctono y honesto.
Su obra consiste en la talla de aves y en la pintura. Aunque alguna vez quiso ser pintor, nos confiesa, la transformación de la madera ha sido su manifestación artística de mayor envergadura. Sin embargo, cuando se observa una talla de Elpidio Collazo se está ante una obra tridimensional que incluye la talla y la pintura. El guaraguao, la reinita, el pitirre y el múcaro son algunas de las aves que le inspiran a transformar el cedro –una de sus maderas mas usadas- en exquisitas obras de arte. En cualquier momento, esas aves piensa uno, alzarán vuelo entre trinos o cantos.
Don Elpidio comenzó a tallar formalmente cuando se aproximaba a los cuarenta. Trabajo como oficial de custodia, agricultor, artista por encargo y hasta militar fue. Aun recuerda cuanto talento y habilidad existía en su centro de trabajo, cuando laboraba como guardia de corrección. No necesariamente entre sus colegas sino entre los reos que debía custodiar.
De sus obras, es impresionante observar las aves en posiciones fieles a sus movimientos. Las poses de las aves las recrea bien de fotografías o imágenes en movimiento. Pero también de su memoria. Un instante luego de observar a un ave a través de los binoculares o a simple vista. –Se me quedan grabados aquí- dice mientras se señala con el dedo índice parte de su amplia frente extendida por la calvicie.
Su vida, por lo que se le escuchó decir ha sido un periplo repleto de preguntas que ha podido contestarse a través de la madurez y su trabajo. Estamos ante un hombre que se ha encontrado a si mismo luego de cuestionarse cual era su propósito en esta vida.
Nos habló de lo rápido que se van los años. De lo importante de la paciencia y de lo gratificante de rodearse con los niños. A su edad, ha comprendido que las cosas no siempre van como uno quiere. Sobre todo en el arte.
Cuando la obra no le satisface simplemente deja de trabajar para luego liarse con la madera y lograr una obra muchas veces superior a la originalmente contemplada.
Conversó de los miedos y la prisa que toca a toda persona durante la vida. Y nos reveló que la contemplación es el ejercicio que verdaderamente reafirma la naturaleza humana. Es fanático de la radio. La buena radio. Esa que se captura a través de receptores de onda corta y nos ponen en contacto con el resto del mundo. Así, suponemos, echa vuelo la imaginación de don Elpidio. Mientras tanto, sus aves le observan desde ese mismo instante que alguna vez quedo registrada en su memoria.
Sus obras cuestan desde 500 a 5 mil dólares. Las trabaja en maderas nobles roble, cedro caoba entre otras. Su taller esta repleto de trabajos terminados y en proceso; en tallas de otros; cuadros, herramientas; todo tipo de aserrín y por su puesto mucha magia.
sábado, 14 de abril de 2007
jueves, 12 de abril de 2007
Un Código Justo
Ser justos es una encomienda cívica y no deseo decir moral, porque éste concepto ya nos tiene plenamente confundidos. Ser justos tiene mucho que ver con el amor. La moral, tal y como se manosea en estos tiempos, no es otra cosa que el modo de pensar en cuanto una pléyade de actos humanos que nos acompañan desde antes de la invención de la rueda.
Bajo la moral, se acepta, se tolera o sencillamente se aborrece la conductas de los seres humanos. Ese es el caso de una lucha que llevan muchos de nuestros semejantes para que se les reconozcan derechos, no digamos adquiridos, sino lógicos y completamente razonables.
El derecho de un ser humano a sentir amor por otro de su mismo género no debiera levantar la oleada de protestas por otras personas que se abrogan la potestad de vigilar o controlar el modo de amar, querer y de acostarse de los demás. Aunque las palabras heterosexuales y homosexuales comienzan con "h", preferiría de una vez y por todas que todos nos viéramos como seres humanos y prescindiéramos de los otros conceptos. Preferiría que comprendiéramos que no todos deseamos lo mismo. Que entendiéramos que un ejercicio de amor es una acción constructiva independientemente del género del ser humano que lo recibe y lo aprovecha. El amor es uno y créanme que visto desde una óptica objetiva puede ayudarnos a lograr una de las tareas más difíciles que existen sobre la tierra: ser justos.
Por eso criticar a un hombre o a una mujer por amar y desear a una persona de su mismo género es verdaderamente aberrante. Después de todo a quien único le compete aceptar o rechazar el acercamiento amoroso no es otro sino a quien va dirigido. Ni más ni menos. Las críticas y señalamientos son meras pendejadas de personas que no comprenden lo que es amar y mucho menos lo que es ser justos.
Bajo la moral, se acepta, se tolera o sencillamente se aborrece la conductas de los seres humanos. Ese es el caso de una lucha que llevan muchos de nuestros semejantes para que se les reconozcan derechos, no digamos adquiridos, sino lógicos y completamente razonables.
El derecho de un ser humano a sentir amor por otro de su mismo género no debiera levantar la oleada de protestas por otras personas que se abrogan la potestad de vigilar o controlar el modo de amar, querer y de acostarse de los demás. Aunque las palabras heterosexuales y homosexuales comienzan con "h", preferiría de una vez y por todas que todos nos viéramos como seres humanos y prescindiéramos de los otros conceptos. Preferiría que comprendiéramos que no todos deseamos lo mismo. Que entendiéramos que un ejercicio de amor es una acción constructiva independientemente del género del ser humano que lo recibe y lo aprovecha. El amor es uno y créanme que visto desde una óptica objetiva puede ayudarnos a lograr una de las tareas más difíciles que existen sobre la tierra: ser justos.
Por eso criticar a un hombre o a una mujer por amar y desear a una persona de su mismo género es verdaderamente aberrante. Después de todo a quien único le compete aceptar o rechazar el acercamiento amoroso no es otro sino a quien va dirigido. Ni más ni menos. Las críticas y señalamientos son meras pendejadas de personas que no comprenden lo que es amar y mucho menos lo que es ser justos.
domingo, 8 de abril de 2007
El Gólgota del Limeño
Antonio Robles Jara jamás olvidará la semana santa de 2007. Sera una efeméride de proporciones bíblicas y sin duda alguna llevará el recuerdo a flor de piel. Es más, Tony, como cariñosamente deseamos llamarlo, puede dar gracias porque contrario al hijo de dios no tuvo que resucitar después de su martirio. Se quedo aqui en la tierra y podrá narrarlo a las generaciones futuras.
Es decir, no se murió pero en su viacrusis saboreó algunos efectos secundarios íntimamente relacionados a su afición de encarnar a Jesucristo. Resulta que Robles Jara es un actor a quien le ha tocado representar al mesias -y le gusta de hecho- en una de esas procesiones en vivo con las que se caracterizan en uno de los muchos pueblos repletos de fervientes creyentes. En su viacrusis, JesucrisToni no cayó tres sino nueve veces; los latigazos hicieron lo suyo y Matías aparentemente vislumbró que no era conveniente echarle una manita al nazareno. Varias fracturas, una fisura en la clavícula, golpes internos y hematomas recordaron a Jesucristoni su muy mundana naturaleza.
lunes, 2 de abril de 2007
Decisiones dificiles
Hoy es lunes. Un día después del Domingo de Ramos. Es decir, la Semana Santa apenas comienza. Pero eso… es otra historia.
Hoy lunes reseña la prensa que el Tribunal Supremo de Estados Unidos decidió no adentrarse en el pantanoso caso de los prisioneros encarcelados en la Base Naval de Guantánamo. La petición de los prisioneros solicitaba, en apretada síntesis, se les celebrara juicio en cortes federales donde pudieran hacer una simple y llana pregunta: Por que razón (que excusa) estoy detenido.
Aun si la contestación a la pregunta fuera falsa, debería ser sometida a un escrutinio ante técnicos del derecho. Sin embargo, la aberrante realidad que atraviesan cientos de prisioneros no será revisada ni juzgada -por el momento- en los Tribunales de Justicia.
Hoy lunes reseña la prensa que el Tribunal Supremo de Estados Unidos decidió no adentrarse en el pantanoso caso de los prisioneros encarcelados en la Base Naval de Guantánamo. La petición de los prisioneros solicitaba, en apretada síntesis, se les celebrara juicio en cortes federales donde pudieran hacer una simple y llana pregunta: Por que razón (que excusa) estoy detenido.
Aun si la contestación a la pregunta fuera falsa, debería ser sometida a un escrutinio ante técnicos del derecho. Sin embargo, la aberrante realidad que atraviesan cientos de prisioneros no será revisada ni juzgada -por el momento- en los Tribunales de Justicia.
Muchos de estos prisioneros llevan detenidos más de cinco años. Sin presentarles cargos, incomunicados y desarraigados de sus respectivas naciones. Muchos de ellos fueron detenidos, apresados o secuestrados durante la vorágine sin pies ni cabeza mal llamada guerra contra el terrorismo. La mayoría de ellos capturados en Afganistán. Son alegadamente terroristas. Extraídos de su ambiente fueron transportados a la base naval norteamericana localizada en Guantánamo. Miles de personas y países han protestado la operación carcelaria. Inicialmente, los carceleros norteamericanos no querían siquiera reconocer las normas del Tratado de Ginebra que le aplica a los prisioneros de guerra. Inventaron una nueva denominación para semánticamente confundir el sentido de justicia: se trata de “enemigos combatientes”. Esa es la etiqueta. Sin pruebas y sin juicio.
¿Alguna vez mencioné que la guerra era un antónimo de la razón? Quizás debo añadir que también es una burla. Cinco años sin acusación o descripción de cargos; cinco años desarraigado por completo; cinco largos años perdidos entre alambres de púas, ojos vendados y celdas estrechas. Es el tipo de broma pesada que nadie le haría ni a su peor enemigo. Llama la atención la edad de algunos de los detenidos: 67, 68, 72 y 94. A esa edad permanecer detenido por cinco años constituye de por sí una cadena de por vida sin siquiera habérsele radicado una acusación a los reos.
Con la decisión, por el momento, no existe el recurso de habeas corpus para los detenidos ni para los enemigos. Explicar el habeas corpus tiene pertinencia prácticamente poética. La determinación del tribunal, en relación a los peticionarios, se encargó de restarle toda su esencia pragmática. No existe para estos seres humanos a quienes se les mantiene como prisioneros en territorio norteamericano. Personas apresadas y trasladadas a ese territorio por personal de las fuerzas armadas norteamericanas o sus agentes. El Habeas Corpus, se instituyó en el reino de Inglaterra hace ya 801 años, es la piedra angular de la estructura judicial para garantizar la libertad y derechos de un ser humano frente a los abusos de poder en cualquier estado. Su propósito es reponer las cosas al estado anterior a la privación, perturbación o amenaza de dichos derechos. Es de carácter sumario y se autoriza cuando se prueba que la detención de una persona es ilegal. Ciertamente un concepto algo en desuso desde que el presidente de Estados Unidos, G. Bush le declaró la guerra al terrorismo.
Vivimos tiempos aciagos. Solo falta que la nueva semántica nos convenza de que lo que consideramos justo ya no lo es.
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