Son pedacitos que van quedando por ahí.
El desprendimiento nuestro de cada día.
El fluido que apodamos vida en descenso hacia las rías,
a mi me lleva más lento para que llore mis muertos.
Convertido en el auditor de los recuerdos, recreo tu
cabello acaracolado y aquellos ojos chinos: la raza multilateral de tus
agobiados tejidos.
Hermano por disposición de la afinidad, acorazada con sinceridad y cariño.
Nueva York como nunca lo vi, gracias a tu mano.
Y aquel halago inmerecido, de que fui yo en algún
momento el tipo más cool que habías conocido.
Hermanito, ¡mandala de mi universo! Sé que
eres tú, en este viaje, la primera clase.